martes, 10 de marzo de 2015

Clase 1 - Crisis de la arquitectura moderna


Comenzaremos el curso con este texto a propósito de los cambios ocurridos en la arquitectura durante la segunda guerra mundial.
 

Sigfried Giedion

Sobre una nueva monumentalidad (1944)



Sobre una nueva monumentalidad

La arquitectura de hoy tenía ante sí un camino difícil, y ello puede explicarse por la situación de la cual surgió. En todos los campos que pudieron abarcar con su expresión sentimental, los defensores del gusto dominante no tuvieron el menor respeto por la tradición.


Cierto es que estaban allí las construcciones de eterno prestigio, como la Acrópolis, las sensibles estructuras de las catedrales góticas, la fantasía geométrica de las iglesias renacentistas, las plazas del período blanco de la planificación urbana de fines del siglo XVIII.


Estaban allí, pero de nada servían. Por el momento se veían envueltas en una atmósfera helada, con la que pretendían cubrirlas los defensores del gusto dominante. Porque los arquitectos de aquel tiempo erigieron obras formales con los elementos que hallaron en el depósito de la historia para compensar la falta de fuerza creadora de sus propios sentimientos.


La gran tradición monumental estaba ópticamente presente. En imponentes volúmenes in folio, el siglo XIX podía disponer del repertorio de la historia de las formas en una medida que ninguna otra época había conocido, desde el Partenón y la Alhambra hasta el templo de Borobudor. Así disimulados, los testigos de la herencia monumental de la humanidad se tornaron peligrosos para el que a ellos se acercaba. Detrás de cada gran construcción del pasado, se recordaba la mueca de quien la había sometido a un mal empleo.


Apareció así el período de la seudomonumentalidad, que ocupa la parte principal del siglo XIX.


Los modelos del pasado no aparecían tal como puede verse en el Renacimiento- transformados por una potente visión de arte: se recurría a ellos sin discriminación, no había jerarquía que determinara su empleo. La cúpula, por ejemplo, no ocupaba una posición exclusiva, casi sacramental, como ocurre durante el Renacimiento: ahora la encontramos por todas partes, en edificios públicos o privados, en bancos o en chalets. Esto va acompañado, en todos los campos, por una desvalorización de todos los símbolos que estuvieran relacionados con lo emocional.


Si las formas pierden su íntima estructura, lo que hacen es convertirse en clichés sin significación emocional. Pero los artistas creadores no pueden recurrir a tales formas estereotipadas: si es eso lo que desea quien encarga un trabajo, entonces los eclécticos ocupan el primer plano. Por su misma naturaleza, ellos fueron los sumisos servidores del gusto dominante. Por una parte, se apresuraron a satisfacer los más bajos instintos, por la otra socavaron también, como reacción, el mundo sentimental del público del common man.


Las épocas que son gratas a nuestra memoria, aquellas cuya estructura y cuya obra se extendieron más allá de su existencia temporal, jamás olvidaron que la monumentalidad, por su mismo carácter intrínseco, sólo ha de emplearse rara vez y para servir a los más altos objetivos. En Grecia, la monumentalidad solamente servía a los dioses y, en cierta medida, a la vida de la comunidad. La disciplina magistral de los griegos en este sentido es una de las razones de su perdurable influencia.


Sobre el camino de la arquitectura de hoy


El resultado fue, pues, que la arquitectura tuvo un difícil camino que recorrer. Tuvo que comenzar todo de nuevo, como la pintura y la escultura. Se vio obligada a conquistar nuevamente hasta las cosas más simples, como si nada hubiese ocurrido antes. Por el momento, el pasado estaba muerto y así debía quedar. Tanto en la vida humana como en el arte, existen determinadas crisis en las que es aconsejable vivir en el aislamiento, para retomar conciencia de los propios sentimientos y pensamientos. Tal era la situación en la que se encontraban todas las artes hacia 1910.


Los arquitectos encontraban algunas huellas de una sincera expresión de su propia época, pero ello ocurría muy lejos de las construcciones seudomonumentales. Las hallaban en los grandes mercados y fábricas, en los audaces problemas de bóvedas de los edificios para Exposiciones, hasta la de 1889, en los juegos de equilibrio de los puentes o de la Torre Eiffel.


No hay duda de que carecían del esplendor de épocas anteriores, colmadas en su artesanía a través de una larga tradición. Aquellas construcciones parecían sobrias y desnudas, pero al menos eran sinceras. Era evidente que ninguna otra cosa podía servir como punto de partida de un nuevo lenguaje tan bien como ellas, surgidas de la vida y del juego de sus fuerzas.



Las tres etapas de la arquitectura contemporánea

La célula mínima: Es típico que, en Europa, la primera reflexión surgiera en el campo de la construcción para fábricas. Pero la arquitectura no está meramente ligada con la construcción o con la producción. Su misión es la de crear marcos adecuados para el ambiente íntimo del hombre. Aquí y allá surgen algunas casas aisladas. Primero en Norteamérica y después, bajo la influencia de F. L. Wright, también en Europa. Al mismo tiempo se despierta la conciencia social y, con ella, el deseo de plantear con seriedad, también en sus alcances estéticos, el problema de la casa del obrero. En ningún lugar lo vemos surgir con tanta claridad como en Holanda. La edificación económica antes inexistente para el talento como para la atención del arquitecto, se convierte de pronto, entre 1920 y 1930, en un problema de construcción. Pareció sin sentido el seguir adelante, antes de haber hallado una solución para la unidad más pequeña.


Naturalmente, el ímpetu para la solución de este problema se encontraba en la tendencia social. Con mirada retrospectiva, sin embargo, comprendemos que había allí un importante punto de partida para una arquitectura que debía volver a empezar desde el principio. Lo que importaba era la cabal organización de la célula humana, en el menor espacio y con la máxima economía de medios.


Al mismo tiempo surgieron casas para las clases más acomodadas, en las que por primera vez se evidenciaba una nueva concepción del espacio (Rietveld, casa Utrecht, 1924; Mies van der Rohe, proyecto para dos casas de campo, 1923/1924; Le Corbusier, Casa Laroche, Auteull, 1923). Pero fue la vivienda la que volvió a enseñar a la arquitectura la exactitud en la planificación.


El segundo paso: Tanto desde el punto de vista humano como del arquitectónico, las casas y manzanas no son unidades aisladas. Están organizadas dentro de unidades mayores. Un arquitecto que no concentre su interés tanto en el grifo de agua como en el plan regional no ha captado el sentido de la arquitectura de hoy. Hay una línea directa que va desde la célula aislada hasta la neighbourhood unit (unidad vecinal), la ciudad y la organización de toda la región. Es lícito, por lo tanto, afirmar que el segundo paso de la arquitectura moderna tiene cada vez más que ver con la edificación en gran escala, con la planificación. Este período se extiende hasta hoy a través de las dos últimas décadas (Oud, barrios obreros de Rótterdam, 1919-1921; la actividad de Walter Gropius y Ernst May en Alemania, antes de 1933).


La tercera etapa es la que tenemos ante los ojos. Después de toda la disgregación del siglo pasado, se nos presenta como el paso más difícil. ¿Por qué? Los elementos de la vida social, de la vida comunal, se hallan extremadamente conmovidos. ¿Dónde se reúnen las masas? En lugares donde se trate de asistir pasivamente a competiciones deportivas, a partidos de fútbol, a carreras de caballos. Pasivamente es lo que mejor describe su actitud. ¿En qué podría apoyarse una vida comunal, dentro de la cual se despierta la actividad de cada individuo dentro de límites determinados? Basta con examinar los planes para centros comunales, desde Norte hasta Sudamérica, para apreciar la inseguridad social que domina en nuestra época. ¿De qué unidades consiste un centro? ¿Qué tipo de edificios son necesarios?¿Qué estructura debe poseer? ¿En qué zonas han surgido automáticamente tales centros, por un impulso interno? Hay tantos problemas como puntos a tratar.


También podremos preguntarnos si no es en el fondo artificioso prever hoy semejantes instalaciones, por así decirlo, como anticipación, en un momento en que casi nada tiene su forma determinada en la vida. En seguida volveremos a la cuestión de si algunos gérmenes nuevos no insinúan ya una futura vida comunal.


Se ha perdido en buena parte el sentido para apreciar un conjunto de edificios, tal como lo presenta un centro comunal, el sentido de la integración, pero siempre se construyen nuevas iglesias, teatros y palacios del deporte: quienes los hacen levantar exigen algo más que meras soluciones funcionales, porque también el pueblo exige algo que exprese su necesidad de lujo, de alegría, de exaltación interior. Los edificios están mucho más cerca del corazón del hombre de la calle de lo que parece.


El anhelo de monumentalidad ha de ser satisfecho en todos los regímenes. Pero la gran pregunta que hoy se plantea en forma candente es ésta: ¿De qué manera se verá satisfecho?



Monumentalidad una necesidad de siempre

La monumentalidad surge de la eterna necesidad del hombre de crear símbolos:
- En los que se reflejen sus acciones y su destino,
- En los que alienten sus convicciones religiosas y sociales.
Cada época siente la necesidad de erigir monumentos que, de acuerdo con la etimología latina de la palabra, sean algo que se ”recuerde”, algo que deba ser transmitido a las siguientes generaciones. Es imposible acallar a la larga este anhelo de monumentalidad. Cualesquiera sean las circunstancias, siempre procurará manifestarse.



La seudomonumentalidad de nuestra época

Nuestra época no constituye una excepción. Por el momento se limita principalmente a continuar las costumbres del último siglo y se mueve dentro de los carriles de la seudomonumentalidad. La culpa no la tiene, en especial, ningún sistema político o económico. Por diversos que sean en su orientación política o económica, ya sean políticamente progresistas o reaccionarios, los gobiernos de todos los países, o de casi todos, concuerdan en un punto, y ello ocurre en su concepto de la monumentalidad.


¿Monumentalidad? Al punto nos vemos precisados a corregirnos, puesto que se trata de la seudomonumentalidad, que nada tiene en común con la de los romanos, griegos o de otro origen. Típicamente, surgió en la esfera de la sociedad napoleónica. Napoleón representa el tipo que, en más de un aspecto, otorgó su forma al siglo XIX: es el self made man. En lo exterior, el hombre que se ha hecho a sí mismo se caracteriza por una tremenda energía, a pesar de la cual se siente íntimamente inseguro, puesto que trata de imitar la anterior clase dominante, a la que él mismo no pertenece. Lo que hizo Napoleón como falsa igualación con los monarcas lo hicieron los ricos del siglo XIX, como imitación de la nobleza, en la forma de sus habitaciones e instalaciones.


Todavía podemos encontrar las raíces de los edificios seudomonumentales en proyectos sin vida, en una arquitectura sobre el papel, pero por todas partes tales proyectos se convirtieron en realidad.


Como típico ejemplo de arquitectura sobre el papel tenemos el proyecto para un museo ideado por J. N. L. Durand, arquitecto contemporáneo de Napoleón I, y tal como se encuentra en su Précis de leçons d'architecture, 1801-1805. Semejantes “proyectos” fueron reproducidos y editados con frecuencia, y se encontraban en manos de los arquitectos de todos los países. Si bien hoy están olvidados, los edificios que surgieron de su estudio aún están en pie y, desde hace casi un siglo y medio, su número no ha cesado de aumentar continuamente. La receta es siempre la misma: Tómese una hilera de columnas y colóquesela ante cualquier construcción, sin parar mientes en su destino o en las consecuencias que ello pueda entrañar.


Es particularmente notable la perduración del gusto dominante en edificios públicos de carácter monumental. Impera siempre la misma incapacidad apenas se tiene la intención de ser solemne.


Sería posible reunir un gigantesco foro de “edificios monumentales”, para lo cual sería suficiente colocar en un mismo lugar, por ejemplo, la Casa del Arte Alemán de Munich, 1937, el Mellon Institute de Pittsburg, 1937, los nuevos museos de Washington y los edificios representativos de Moscú . Se trata en todos estos casos, como lo ha subrayado a menudo Walter Gropius, del estilo internacional. ¿Cómo podríamos explicarlo?


No dudamos de que quienes gobiernan al pueblo estén espléndidamente dotados en su propia esfera, pero lo cierto es que en su gusto artístico surge otra vez aquella distancia entre un pensamiento racional sumamente desarrollado y una estructura emocional retrasada. Sus reacciones sentimentales están todavía empapadas de los seudoideales del siglo XIX, con todo su montón de símbolos desvalorizados. ¿Podremos, pues, sorprendernos de que la mayor parte de los juicios artísticos oficiales sean devastadores y de que, en las decisiones acerca de la planificación edilicia, monumentos y edificios públicos, se pierda peligrosamente el contacto con las realidades de hoy?



El perdido sentido de la monumentalidad

Las épocas que florecieron en una vivaz vida comunal fueron siempre capaces de dar forma a la imagen de su sociedad en centros colectivos. Así surgieron el Agora, el Foro, el mercado y la plaza medievales.


Hasta hoy, nuestro tiempo ha demostrado ser incapaz de crear algo comparable a aquellas instituciones.


El siglo XIX produjo monumentos casi con la misma velocidad con que producía locomotoras, pero no fue capaz de crear centros genuinos en los que pudiera desarrollarse una vida comunal.


Todo esto es fácil de reconocer, pero no ayuda mayormente el encontrar alguien a quien echarle la culpa. ¿Qué es lo que puede suceder?


Lo difícil es responder a la pregunta acerca de cómo podrá evitarse que el pueblo siga precipitándose por el mismo camino. Sólo puede ayudarnos una actitud sincera frente a los artistas, cuya misión es la de reavivar el perdido sentido de la monumentalidad, y frente a los que tienen la responsabilidad de encargar tales obras.


Ya aludimos a las razones por las cuales los arquitectos tuvieron que partir de problemas funcionales para cumplir la necesaria labor de limpieza. Ello tuvo sus consecuencias: ¿No se inclinaría el arquitecto, por el momento, a olvidar las aspiraciones más elevadas del pueblo? El mismo peligro se presenta todavía hoy, y de muchas maneras. En países en los que la arquitectura moderna se había impuesto pronto y en los que se le habían encomendado edificios comunales que exigían algo más que la solución de meros problemas funcionales, fue dado observar que a dichos edificios les faltaba algo. Este algo era la imaginación arquitectónica sobre la que hemos de volver después que habría podido satisfacer el anhelo de monumentalidad. A ello se agregó algo decisivo: el arquitecto, el escultor y el pintor habían perdido contacto entre sí. Ya no sabían trabajar en colaboración. ¿Por qué? Porque todos ellos, arquitectos, escultores y pintores, habían sido excluidos durante un siglo de los grandes trabajos públicos. A causa de este forzado aislamiento, precisamente en los caracteres creadores se desvirtuó el sentido de la integración artística, del trabajo en común.


Lo que hallamos en el siglo XIX como pretendido trabajo en común entre arquitecto, escultor y pintor, pertenece a la elástica zona de la seudomonumentalidad. Se trata entonces de una especie de seudosimbiosis.


La razón decisiva no es el aislamiento de los artistas en sus talleres y el destierro de sus obras de los museos, aunque también ello tiene sus peligros, puesto que la plástica, por ejemplo, necesita de la experiencia del espacio abierto y de la vibración de la vida.


Lo decisivo es la mala educación de quienes encargan los trabajos, que son incapaces de reconocer los valores genuinos, de exaltarlos y colocarlos al servicio de la comunidad, con intención de reanimar los instintos sofocados. Hoy los principales clientes son el Estado, la ciudad. Sería necesario en primer lugar que sus políticos y funcionarios se liberaran del gusto dominante. La voluntad misma de hacerlo falta en la mayoría de los casos y de tal manera, en decisiones cargadas deconsecuencias, se prefiere casi siempre el cómodo camino de la menor resistencia y se perpetúan los instintos equivocados de un siglo ya pretérito...


En muchos aspectos, la situación del pintor y del escultor de hoy se diferencia de la de sus colegas de fines del siglo XIX. Paul Cezanne se sentía orgulloso, hacia el fin de sus días, cuando podía vender un cuadro en cien francos. Otros, como Gauguin, Van Gogh, Seurat, terminaron en la miseria. Lanzaron sus obras al mundo como erupciones. Todo su fuego,toda su íntima sinceridad resbalaron sin esperanza por las paredes del gusto dominante. Al menos mientras se mantuvieron como seres vivientes.


Hoy la situación es otra. Las colecciones, tanto públicas como particulares, están llenas de cuadros de Picasso, Braque, Léger, Miró y otros. La pintura moderna es considerada en amplios círculos como una segura inversión de capital, y Norteamérica ha sabido asegurarse con tiempo los cuadros y obras plásticas de mayor importancia.


Pero en cierto aspecto la situación se mantiene sin cambios: El arte sigue considerándose como un lujo, no como un medio para dar forma a la vida de los sentimientos, en su sentido más amplio.


Son excepcionales los casos en los que se da al artista la posibilidad de participar en un trabajo público. Cuando José Luis Sert, en la Exposición Mundial de París y por encargo del gobierno leal, construyó el pabellón español, llamó también a colaborar a sus amigos Alexander Calder, Joan Miró y Pablo Picasso. A ello debemos agradecer la aparición de Guernica, el cuadro histórico de mayor intensidad desde las batallas de caballería de Paolo Cuello, a comienzos del siglo XV.


Involuntariamente nos vuelve entonces a la memoria la trágica frase del pintor Juan Gris: “Denme una rama en la que pueda apoyarme y cantaré como un pájaro”.


Otro tanto es válido para todo el arte moderno. ¡Cómo hubiera podido contribuir un Brancusi a la formación sentimental de las masas, si los bonzos artísticos y los

funcionarios de Francia hubieran sabido aprovecharlo! Pero todos sus trabajos se limitaron a un “temple de la méditation” para un rajá de la India, y a su maravillosa “colonne sans fin”, de acero sobredorado, que se yergue en medio de un parque en Turgujin, su ciudad natal en Rumania. Que habría podido dar de sí el pintor Fernand Léger, cuyos cuadros reclaman la amplitud de los edificios públicos, si quienes gobiernan al pueblo y tienen el poder en sus manos no hubieran pasado ciegos a su lado. La enumeración podría prolongarse hasta el infinito.


Realmente, ¿han cambiado tanto las cosas desde 1870, cuando Edouard Manet ofreció pintar gratis Vientre de París en las paredes del Hotel de Ville, a lo cual sus consejeros se opusieron terminantemente?


A la larga, ¿cómo es posible que se desarrolle un arte que “satisfaga” al pueblo si se mantiene a las fuerzas creadoras alejadas del cuerpo vivo de nuestro tiempo y, cuando mucho, es la decocción trivial de su reconocimiento la que encuentra eco? Pero talentos de segundo orden, que destiñen y achatan la obra de los más vigorosos, no son los llamados a crear símbolos para la comunidad.


Para captar la realidad siempre cambiante, lo que se necesita es imaginación. Y si se trata de civic centers, lo que se impone es el trabajo en colaboración de todas las fuerzas artísticas, para que el público vuelva a sentir su antiguo amor por las festividades, por las experiencias en común. Haría falta un nuevo tipo de fantasía, que supiera dar un valor sentimental, emocional, a las inmensas posibilidades técnicas, a los nuevos materiales, a los nuevos colores y formas.


Hace tiempo que los elementos para tal tarea están depositados en la nueva pintura y en la nueva plástica.


El problema consiste una vez más en la fusión de las fuerzas creadoras en todos los campos de lo emocional, como también en la educación del pueblo mismo. En una vitrina de Musée de l'art moderne de París, se exhibe una hoja manuscrita de Picasso en la que señala que actualmente se imparte educación de todo tipo, excepto la educación para ver.


La aspiración general una vida social digna del hombre ha logrado al fin su reconocimiento, después de una lucha de más de un siglo.


En cambio no existe la aspiración a formar la vida emocional de las masas, o bien se la considera como algo secundario y, en calidad de propaganda política, se deja al cuidado de especuladores y agitadores. Así se plantea el problema: ¿Es posible alcanzar la vida sentimental del hombre común?


Tal vez no sea posible conquistar de pronto al hombre de la calle, que tiene en su ánimo un siglo de sucedáneos, mediante símbolos como los desarrollados en la pintura y la plástica de hoy. Pero todo diseñador de carteles sabe que la manera más eficaz de atraer al público consiste en recurrir a los medios y a los métodos desarrollados en los laboratorios de los pintores. En el hombre existen fuerzas que ascienden a la superficie apenas se procura despertarlas. Este sentimiento inconsciente también puede ser conquistado por una nueva forma de la vida comunal y del recipiente que la contiene.



La pintura como precursora

Con frecuencia la pintura, la más sensible de las artes representativas, ha profetizado cosas del futuro. Fue la pintura, alrededor de 1910, en los cuadros de los cubistas, la que por primera vez reveló la concepción espacial de nuestro tiempo y los nuevos medios capaces de darle forma.


A partir de entonces se convirtieron en el idioma más natural, en el que pueden corporizarse los procesos anímicos más complicados. A menudo nos dice la pintura, a su manera, los desarrollos del porvenir.


Bastará con mencionar un solo caso. Hacia 1930, Picasso comenzó a presentar sus rostros y figuras con extrañas deformaciones y con líneas que a veces inspiran horror. La mayoría de nosotros se sintió rechazado, y sólo comprendimos esos rostros humanos desgarrados cuando los acontecimientos posteriores nos enseñaron su verdadero significado.


Entre ellos figura un pequeño óleo de 1930, que Picasso llama Monumento en madera. Es un esbozo para una escultura de enormes proporciones. No reveló Picasso con qué finalidad había concebido esa impresionante cabeza monumental de 1930. pero hoy (1943) se nos aclara paulatinamente su íntima significación. En ella anunciaba lo que había de venir. Esta, a manera de cabeza, con sus fauces y sus formas abruptas en forma de hoz, al mismo tiempo monstruosa y humana, se convierte en símbolo de nuestra posición frente a la guerra. No es una glorificación de la guerra, como puede serlo el Arco de Triunfo napoleónico en la Place de l'Etoile. Ese cuadro al óleo corporiza todo el horror de nuestra época y de su trágico conflicto: saber que con el asesinato mecanizado no se resuelve ninguno de los problemas humanos, y estar sin embargo obligada a cometerlo.


El Monumento inspira horror. En sus símbolos expresa lo que ocurre... un decenio antes del hecho real. De las formas fluye aquella terribilitè que para los contemporáneos- manaba de las últimas producciones plásticas de Miguel Angel. Una terrible advertencia, a la que Picasso da forma con los medios de hoy.


Hoy la pintura proclama una nueva época, mientras nosotros seguimos todavía en la sangre y el espanto. Se trata del renacimiento de la monumentalidad. En los últimos años, en casi todos los pintores de nota, fue posible observar un rasgo notable. Formatos mayores se unían a colores más esplendorosos, llenos de una esperanza inexpresada. Con ello también iba unido un anhelo de simplificación. Después de tres décadas, la pintura moderna está madura para grandes realizaciones.


Las que comenzaron por ser abreviaturas necesarias, se elevan hoy hasta la dignidad de símbolos. En esta dirección tienden las obras de Hans Arp, Miró, Klee, Léger y muchos otros, por diversas que parezcan en lo exterior.


El artista de hoy creó estos símbolos a partir de las fuerzas anónimas de nuestro tiempo. En la mayoría de sus formas, no hay contenido inteligible. Se dirigen directamente a los sentidos, buscan la reacción inmediata. Hablan directamente a los sentidos. Pero permanecen mudos para aquellos cuya vida emocional sigue dominada por un siglo de arte de sucedáneos. Los niños, en cambio, pueden comprenderlos.


Por primera vez, después de siglos, los artistas han vuelto a esa simplicidad de formas que caracteriza todo arte de expresión simbólica. Han demostrado que ya se encuentran dispuestos los elementos necesarios para una expresión monumental.


Una vez más, la pintura de hoy nos enseña la evolución que habrá de cumplirse en la arquitectura. Pero no solamente en la arquitectura. Es posible que proclame una concepción de la vida muy alejada de la devastadora voracidad de la producción.


Sea como fuere, para ello son necesarias grandes modificaciones, que alcanzan en primer término al dominio del sentimiento. Este es el momento en que la pintura, la plástica y la arquitectura pueden reencontrarse, sobre la base de un objetivo común y de una común concepción, y apoyándose en todas las posibilidades técnicas que nuestra época ha sabido crear, pero sin llenarlas de un contenido de sentimientos.



Posibilidades técnicas y expresión de sentimiento

Se encuentra a nuestra disposición un inmenso arsenal de nuevos medios y de inagotables posibilidades. Pero reina al mismo tiempo una trágica indecisión, que no se resuelve a valorar las nuevas posibilidades y a fundirlas en nuevos sentimientos. Ninguna otra época poseyó tantos medios y tan poco talento para servirse de ellos.


Ahora, después de los terrores por los que pasó nuestro tiempo, vuelven a plantearse problemas que tienen siglos de existencia. Somos incapaces de rodear nuestras alegrías y festividades de una forma simbólica y viviente. Hemos olvidado algo que se encuentra en la tribu más primitiva: el saber que en la vida humana hay dos existencias. Una, la que lucha por la necesidad de cada día; la otra, la que alienta una vida de comunidad más elevada. Ambas echan sus raíces en la esencia del hombre, pues son tan necesarias para nuestro equilibrio interior como la nutrición y el abrigo.


Si hemos perdido la capacidad de crear monumentos y de solemnizar las fiestas en común, si olvidamos la verdadera significación de los centros comunales, todo ello se encuentra estrechamente relacionado con el hecho de que llegue a considerarse la experiencia sentimental como algo no esencial, como una circunstancia puramente privada. El estado de las ciudades de hoy lo expresa con voz bien clara.



El anhelo de vida comunal

Los centros comunales empezarán a construirse apenas se dejen de considerar las ciudades como meras aglomeraciones de lugares de trabajo y de señales de tránsito. Empezarán a surgir apenas los hombres sientan de verdad el aislamiento al que están condenados en medio de una muchedumbre apretujada; el anhelo de una vida más rica, es decir, de una vida comunal, es algo que ya no puede sofocarse. Todo esto guarda estrecha relación con cierto sentido de la distensión, con el impulso hacia otro influjo vitalizador que no sea el trabajo o la familia, hacia una experiencia que sea capaz de ensanchar los límites de la vida privada.


No existió jamás una cultura que no sintiera un anhelo incontenible de levantar instalaciones en las que pudiese desarrollarse esa vida de horizontes más amplios. Tales instalaciones persiguieron diversos fines según las épocas. Pero, ya fueran el gimnasio o el ágora de los griegos, las termas o el foro de los romanos, los gremios, mercados o catedrales de la Edad Media, siempre se ponían al servicio del desarrollo de valores humanos que no pueden crecer en el aislamiento. No era su misión la de invertir dinero o la de reanimar un comercio moribundo.


El centro comunal del futuro debe ser constituido por la comunidad y para la comunidad.


Centros comunales? ¿Qué actitud asume el teórico de la economía frente a los grandes gastos que su construcción presupone?


Una de las esperanzas de nuestro tiempo es que distintos grupos, sin saberlo, se muevan en la misma dirección. Un partidario de la economía liberal y nacionalista, John Maynard Keynes, subraya el hecho de que sólo se llega al equilibrio económico a través de una superproducción de aquellos bienes que no están destinados al consumo diario. Es necesario producir bienes que escapen a los puntos de vista económicos de pérdida y ganancia, oferta y demanda. Verdad que Keynes no habla de centros comunales. Su principal interés se concentra en las teorías de la ocupación y el dinero. Hace observar que, en el día de hoy, no se conciben erogaciones necesariamente altas como no sea para reparar catástrofes o terremotos, para hacer guerras o bien “para hacer agujeros en el suelo, las llamadas minas de oro, que en nada aumentan la riqueza real del mundo. La educación de nuestros estadistas, nutrida en los conceptos de la economía clásica, se opone al surgimiento de algo mejor”.


¿Sería imposible reavivar la economía haciendo que una parte de los gastos tendiera a crear nuevos puntos de reunión, en los que el hombre pudiese retomar conciencia de ciertas necesidades que hay en su interior y que hoy se encuentran atrofiadas?





Nueve puntos sobre monumentalidad.

Compilados por J. L. Sert, Fernand Léger y S. Giedion


1. Los monumentos constituyen piedras miliares, en las que los hombres crearon símbolos para sus ideales, sus objetivos y sus actividades. Están destinados a sobrevivir a la época en que surgieron, son un legado para las futuras generaciones. Forman un vínculo entre el pasado y el porvenir.


2. Los monumentos son expresión de las más altas necesidades culturales del hombre. Están destinados a satisfacer el ansia eterna del pueblo por traducir en símbolos su fuerza colectiva. Los monumentos realmente vivientes son los que dan expresión a esa fuerza colectiva.


3. Toda época pretérita señalada por una verdadera vida cultural poseyó la fuerza y la capacidad para crear tales símbolos. Por consiguiente, los monumentos sólo son posibles en épocas en las que hayan surgido una conciencia y una cultura unificadoras. Las épocas que se agotaron en la vida y el afán de cada día no fueron capaces de erigir monumentos realmente perdurables.


4. Los últimos cien años fueron testigos de la desvalorización de la monumentalidad. No quiere decirse con ello que faltaran monumentos, menos todavía ejemplos arquitectónicos que pretendieran servir dicha finalidad. Pero los así llamados monumentos de un pasado reciente se revelan salvo escasas excepciones- como cáscaras vacías. En manera alguna contienen el espíritu o el sentir colectivo de la época moderna.


5. La decadencia y el empleo indebido de la monumentalidad es el motivo principal por el cual los arquitectos de hoy desconfían de los monumentos. Fue necesario que, como la pintura y la escultura modernas, también la arquitectura de hoy recorriera un camino difícil. Comenzó por solucionar los problemas más simples, por edificios de utilidad en práctica, como habitaciones para el mínimo existencial, escuelas, oficinas u hospitales. Pero los arquitectos actuales han llegado al convencimiento de que los edificios no pueden concebirse como unidades aisladas: por el contrario, deben ordenarse dentro de una planificación edilicia más amplia. Entre la arquitectura y la planificación de ciudades no existen fronteras, como tampoco las hay entre la ciudad y la región que la rodea. Entre ambas debe existir una recíproca relación. En tales planes más amplios, son los monumentos los que proveen los acentos peculiares.


6. Nos hallamos ante una nueva etapa de la evolución. Las transformaciones de posguerra en la estructura económica total de los países habrán de entrañar la reorganización de la vida comunal dentro de la ciudad, un aspecto que hasta hoy fue descuidado.


7. De los edificios destinados a su sensibilidad social y a su vida comunal, el pueblo anhela algo más que una mera satisfacción funcional. Desea que en ellos se tenga en cuenta su ansia de monumentalidad, de alegría y de íntima exaltación.


Puede llegarse a dar cumplimiento a estas exigencias merced a los nuevos medios de expresión que tenemos a nuestro alcance, pero el problema está lejos de ser fácil.


Antes deben tomarse en cuenta los puntos siguientes: Un monumento en el que se aúnan los esfuerzos del arquitecto, el pintor, el escultor y el planeador regional, exige la estrecha colaboración de todos los que intervienen. Es esta colaboración la que se echa de menos desde hace más de cien años. La inmensa mayoría de los arquitectos modernos no ha sido preparada aún para esta especie de creación integral. Jamás se les confió el problema de una construcción monumental.


Los que gobiernan al pueblo y representan sus intereses, sin desconocerles a muchos de ellos brillantes dotes dentro de su esfera, son desde el punto de vista artístico representantes del gusto dominante. Tal como el hombre de la calle, también ellos padecen de la frecuente escisión entre los métodos del pensamiento y los métodos del sentir.


Por desgracia, en la mayoría de los políticos y funcionarios el sentimiento está sin educar, y sigue empapado de los seudoidilios del siglo XIX. Por esa razón son incapaces de reconocer las fuerzas creadoras de nuestra época, las únicas que podrían proyectar monumentos y edificios públicos en los que, en nuestros centros comunales, se reflejara la expresión creadora de nuestra época.


8. La situación de los monumentos debe ser planificada. Ello será posible cuando se emprenda con energía una nueva planificación de los puntos centrales de nuestras ciudades, para permitir la aparición de espacios abiertos en el caos que son hoy nuestros centros. En tales espacios abiertos hallará la arquitectura monumental el lugar que le corresponde. Entonces podrán expandirse los edificios monumentales: porque así como los árboles y las plantas- tampoco ellos pueden apiñarse en un mismo lugar. Sólo entonces podrán levantarse nuevos centros comunales.


9. Tenemos a nuestra disposición materiales modernos y nuevas posibilidades técnicas. Nuevas construcciones y materiales de diversos tipos esperan el momento de ser empleados.
Los elementos móviles pueden modificar substancialmente el aspecto de los edificios. Tales elementos móviles arrojan sombras siempre renovadas, apenas los pone en movimiento el viento o algún dispositivo mecánico y pueden convertirse en fuente de novedosos efectos arquitectónicos.
Durante la noche, es posible proyectar formas y colores sobre superficies extensas. Estas proyecciones sirven como medios de publicidad o de propaganda. En los edificios han de preverse y ordenarse arquitectónicamente las superficies aptas para tales fines. Hoy sólo existen anuncios de tipo caótico.
Con estas enormes superficies reavivadas y con semejante empleo del color y del movimiento dentro de un espíritu nuevo, se revelarán a pintores murales y a escultores zonas todavía inexploradas.
El cuadro se completará con elementos de la naturaleza, tales como árboles, plantas, agua, etc. Será posible agrupar todos estos elementos, las piedras, que siempre se han empleado, los nuevos materiales que son propios de nuestro tiempo, y los colores en toda su intensidad, esos colores por tanto tiempo descuidados como elemento arquitectónico.
El paisaje formado por la mano del hombre se confundiría con la naturaleza. Surgiría así un nuevo y amplio cuadro total, como el que nos ha revelado el avión. Un helicóptero, que flota apaciblemente en el espacio, podría ponerlo ante nuestros ojos.
Cumpliendo con estas condiciones, la arquitectura monumental cumpliría otra vez con su primer objetivo y recobraría su contenido lírico.
Estas realizaciones permitirían que la arquitectura y el urbanismo lograsen ese grado de fuerza creadora y de libertad que, en los últimos decenios, se ha puesto de relieve en el ámbito de la pintura, de la plástica, de la música y de la poesía.


Nueva York, 1943

39 comentarios:

Unknown dijo...

Para el hombre y la sociedad, por encima de la esencia funcional y el sentimiento propio que despierta la arquitectura, siempre y a lo largo de la historia ha estado presente la importancia de la monumentalidad en las obras, como simbolo de calidad, interés y lujo en la ciudad, sin tomar en cuenta el verdadero significado que un espacio comunal representa arquitectonicamente. Aunque el arquitecto diseñe en función de satisfacer las necesidades espaciales del hombre, deberia existir un equilibrio entre los aspectos fundamentales a ser tomados en cuenta para una buena arquitectura y su fusión con la monumentalidad.

Anónimo dijo...

Diana Villarino

Anteriormente la monumentalidad se entendía a través de la expresión artística en el que las personas parten de la obligación de crear símbolos que hacen referencia a las necesidades de la vida común. Ahora, en la actualidad, no solo se enfoca en el dilema de la funcionalidad si no también refleja el hecho político, social, cultural y hasta religioso. El monumento debe verse proyectado de acuerdo a la planificación de su entorno y a las necesidades del ser humano para llegar a ser satisfactorio el resultado en cuanto a los fundamentos de la arquitectura y otros.

Unknown dijo...

Daniel Rodriguez
ci: 23527300


En siglos pasados las distintas civilizaciones lograron alcanzar su pleno desarrollo logrando representar sus objetivos y aspiraciones como sociedad, a través de símbolos representados en sus monumentos, de esta forma civilizaciones como los Griegos con sus templos y ágoras, o como los Romanos con sus circos y termas, lograron representa su desarrollo como sociedad y el alcance pleno de su sociedad en el desarrollo de los valores de todos los individuos, teniendo así espacios que los representasen y dieran orden a su sociedad. A pesar de haber alcanzado estos niveles, en la modernidad se perdieron tal vez por el hecho del enfoque que se le dio en primer lugar al hombre como ser individual dejando por fuera la comprensión del todo, la manera como se llevo todo a la simplificación de la unidad mínima del hombre y la resolución individual de sus problemas, llevo a no tener claros los objetivos y las metas de esta nueva sociedad que en un principio solo se enfoco en el individualismos y dejo por fuera al colectivo de la sociedad, esto derivo en la dificultad de encontrar monumentos que representaran los valores de toda una sociedad, llevando al olvido de la utilidad que tiene la monumentalidad en la definición y representación de la sociedad. Es ahora en la actualidad que debemos comprender la totalidad da la sociedad para brindarle espacios para su desarrollo plenos y buscar la definición de sus objetivos y metas comunes que logren unirnos como sociedad, es nuestra labor no seguir respondiendo a caprichos y gustos de unos pocos, sino responder en función de una sociedad en donde los valores del colectivo se logren representar y buscar su identificación en monumentos que de verdad la representen, solo tomando en cuenta la totalidad, comprendiendo el todo se lograra el pleno desarrollo de las nuevas sociedades y la permanencia de sus valores en el tiempo.

Layling Pau dijo...

A partir de principios del Siglo XIX aparece el periodo de seudomonumentalidad, donde no se tuvo respeto por la tradición, en el que se tomaron como referentes grandes monumentos del pasado como el Partenón, catedrales góticas e iglesias renacentistas o incluso el templo de Borobudor, y sin embargo estos modelos del pasado se aplicaron de manera diferente, sin considerar el significado emocional y atendiendo solo al elemento formal.
La arquitectura hoy en día se ha visto muy influenciada por todos los sucesos a través del tiempo. Ha tenido que transformarse y buscar nuevos objetivos olvidándose de lo antiguo.
Poco a poco los arquitectos dejaron de buscar expresarse a través de formas tradicionales y aunque no lograban causar el mismo impacto emocional, sentían que sus obras eran "sinceras". Se buscaba crear marcos adecuados para el ambiente íntimo del hombre y esta idea empezó a crear conciencia y originó proyectos para la construcción de la vivienda obrera, como respuesta a los problemas sociales, económicos y políticos del hombre. Se empezó a pensar en la arquitectura como una edificación a gran escala, donde uno de los elementos fundamentales es la planificación y esta debe responder y buscar soluciones a los problemas y preguntas de la sociedad.
La monumentalidad busca recordar la religión, la sociedad y reflejar acciones de la misma; monumentalidad es construir símbolos que permitan dejar un legado para las futuras generaciones.
Hasta hoy, ha sido muy difícil encontrar arquitectura monumental capaz de compararse con los monumentos del pasado, instituciones como el Ágora, el Foro, el mercado y las plazas medievales; todos centros genuinos para la vida comunal. La arquitectura ya no integra las artes y para la creación de monumentos es imprescindible la relación entre arquitectura, escultura y pintura para expresar las necesidades culturales del hombre. Además es necesario que se tome conciencia de que la arquitectura hoy está viviendo una etapa de evolución, consecuencia de los constantes cambios en la forma de vida de la ciudad y que por lo tanto transforma las mismas.
La arquitectura de hoy debe diseñar edificios con sensibilidad social y en los cuales sea posible desarrollar vida comunal, que no solo se diseñe por la funcionalidad, sino que permita la integración de los edificios con su ambiente, en el que se usen los materiales modernos y las nuevas técnicas de construcción para crear armonía entre las formas, colores, superficies y la naturaleza, para permitir que la arquitectura vuelva a tener significado emocional y pueda ser considerada de nuevo monumental.

CONNOTATIONS_ARCHITECTURE dijo...

A pesar de a todo lo funcional y eficiente que se halla buscado llevar a la arquitectura, según lo que expresa el autor, la "nueva arquitectura" ha perdido el carácter significativo o representativo, quizá hasta sentimental, por definir eso de alguna manera. Los elementos destinados para un tipo de edificación en el pasado dejaron de ser exclusivos y empezaron ha hacerse comunes en todo tipo de edificaciones, lo que nos puede sugerir un desarraigo de las ideas románticas o simbólicas para definir una edificación. La arquitectura de hoy a perdido el carácter social, mas bien la sensibilidad representativa de la arquitectura antigua, se ha enfocado más a lo funcional, se olvido del colectivo y las masas que requieren espacios de pleno esparcimiento, y sobre todo de una representación social plena.

Anónimo dijo...

GERARDO DI LORETO

Todo planteamiento se fundamenta en los referentes históricos, bien sea por continuación, adecuación, cuestionamiento, o por oposición a las experiencias históricas hasta la negación total inclusive. El autor cuestiona el período gris de la monumentalidad durante el s.XIX(seudomonumentalidad) y su continuidad hasta la 1era mitad del s XX. La monumentalidad perdió su esencia de trascender en el tiempo el éxito de la civilización que la creó, basado en la exaltación de una dinámica y enriquecedora vida comunal, en la que se manifestaban la fortaleza y magnificencia de sus sociedades. Durante el s.XIX se cambia el sentido de tipo que mantenía los lazos con el pasado y permitía la reinterpretación contínua del mismo, la exaltación del hombre y su vida social. Se establecieron durante este siglo modelos repetitivos, en los que operaba la composición como mecanismo capaz de resolver las relaciones función-forma y forma-programa vigentes ahora. La composición dió respuesta a una nueva variedad de programas y requerimientos en los que la razón condicionó todo. La economía de una obra se basó en la simetría, la sencillez y en cuán eficaz era para la sociedad. De modo que los elementos tomaron su forma y dimensión según la necesidad que suplieron. Pareció elaborarse así un método de proyecto regido por la composición y los programas, o dicho de otro modo, un catálogo al que podía recurrirse para realizar una edificación. Esta desvalorización a mi juicio causó lo que Gideon llamó la seudomonumentalidad del s.XIX, la cual tampoco pareció ser corregida por la modernidad del s.XX.


Rossayne León dijo...

La monumentalidad sin duda es una clara representación de muchos de los objetivos que la arquitectura (en esencia) debería cumplir, en el sentido de que la monumentalidad tiene la cualidad de emocionar, de representar culturas, de actuar para el colectivo, y en mi opinión eso es lo que debemos rescatar de los grandes monumentos del pasado, y reinterpretarlos en el presente, no copiarlos en su forma sino más bien en su esencia y tratar de cumplir con los objetivos que estos cumplían en sus respectivas épocas. Tal vez en la modernidad se han perdido varios de los valores que se intentaban lograr con la monumentalidad por intentar resolver problemas ya sea de funcionalidad o de estética, pero insisto en que la arquitectura siempre debe tener el mismo enfoque humanista y formar vínculos con la generación que representa.

Unknown dijo...

Ali Pérez
La monumenntalidad es la manera de crear símbolos importantes dentro de un lugar y tiempo, es decir sobre una cultura. En la arquitectura se presenta un problema en donde los arquitectos buscan re-usar la monumentalidad de pasado y aplicarla en el presente lo cual no tienen sentido ya que eso correspondía a la cultura de ese tiempo. A mi parecer la momunetalidad ha sido desplazada un poco en la arquitectura ya que se busca una arquitectura mas funcional y en donde todo empieza a perder un simbolismo importante para las personas. No existe la creación de grandes hitos en la actualidad, como en el pasado si podemos encontrar y aun en día son monumentos dignos de apreciar y de crean sensaciones en quienes o observan.La arquitectura a perdido ese carácter simbólico en donde los elementos, son elementos vacíos sin importancia hechos para una función especifica, a donde se puede llegar en la arquitectura a la famosa frase la forma sigue la función, la cual es una frase que a mi parecer no es correcta y no tiene que ser una guia .

Anónimo dijo...

En ese entonces la monumentalidad se encontraba en crisis, la necesidad de trascendencia, de un legado a futuras generaciones quedaba frustrado por el gastado discurso moderno que solo buscaba la racionalidad el limite, la vivienda mínima y máxima economía, estos intereses dejaron de lado la vida publica en la ciudad en donde cada vez mas se sentian espacios llenos de muchedumbres pero un gran aislamiento.

Un ejemplo de esto fue el concurso de la catedral de ciudad Guayana en donde la ciudad reclamaba un edificio para su religión, para el reencuentro, y un monumento que refuerza la identidad de la ciudad. con iniciativa de la comunidad y apoyo de grandes empresas se convoco a un concurso en el cual se debía proyectar una iglesia universal y a la vez moderna. para algunos esto era un problema, ¿cómo no desvalorizar un símbolo cuando se trata de llegar al máximo de racionalidad?

Hoy en día se podría decir que esta necesidad se enfoca en el espacio publico, en las plazas, bulevares, autopistas, metro, museos y aeropuertos. se le da el valor del monumento a estos espacios públicos que representan su cultura y progreso ante ajos extranjeros, pero se deja de lado cada vez mas el tema de la identidad.

juan carlos figuera

Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Unknown dijo...

La monumentalidad es un tema que no ha pasado de moda con el transcurrir de los años. Sin embargo, la encuentro más pertinente en las construcciones del pasado cuando aquellas culturas universales que son hoy por hoy nuestra legado, necesitaban atribuir a su obra construida un simbolismo arraigado al aspecto religioso, espiritual e incluso a la misma laicidad. Pero todas las construcciones tenían casi siempre la misma finalidad, demostrar la grandilocuencia y el grado de desarrollo de ciertas culturas, o el fanatismo religioso. Pero esta sed de reconocimiento y presunción de poder, nunca estuvo desvinculada del mismo interés que impulsaba a las antiguas civilizaciones a descubrir, innovar y a desarrollar las técnicas que fueron las bases de los consiguientes manuales de la construcción y tratados que han ido refinando la arquitectura. Quizás el ejemplo más representativo sea la acrópolis griega, como resultado de una fascinante idea de ciudad que además de rendir culto religioso, cumplía su rol defensivo. Actualmente, se me hace difícil reconocer en algunas construcciones de carácter monumental, ese simbolismo que datan aquellas que eran del pasado. Quizás su razón de ser se ha desvirtuado con el paso del tiempo, no por el hecho de demostrar cierto grado de poder o de recursos, o de buscar el reconocimiento mundial; sino por la banal razón de que muchas construcciones que dicen ser iconos de la Arquitectura moderna, se han dedicado a imitar las formas del pasado, y con ello, se ha perdido el interés de redescubrir nuevas maneras de hacer arquitectura. La arquitectura es un oficio que debe estarse renovando con el transcurrir del tiempo, y que debe irse adaptando a las nuevas formas de civilizaciones; caer en la imitación reiterada podría significar el fin de muchas culturas, o de una arquitectura que se adapte en el tiempo.

Unknown dijo...



En épocas posteriores la arquitectura monumental se presenta como una manera de expresar culturas, creencia religiones y crear símbolos que la permitan transcender en el tiempo, un claro ejemplo de ello se encuentra expuesto en la acrópolis o el ágora, los cuales son el reflejo de las convicciones sociales de su época, pero con la modernidad se perdió la esencia de construcciones a grandes escalas debido a que se enfocaron primordialmente en la funcionalidad que debía tener, dejado a un lado la presencia de espacios que provocasen sentimientos y los cuales permitieran enriquecer la vida comunal.
En definitiva considero que hoy en día la monumentalidad debería plantearse como una manera de representar a la vida social , y no solo como una solución estrictamente funcional e individual, sino que más bien exista la integración de las artes, en la construcción de espacios colectivos que permitan su desarrollo satisfactorio y además que transmita un significado emocional con el que la sociedad se sienta identificado.

Unknown dijo...

En la antigüedad, las civilizaciones de Roma y Grecia contaban con imponentes edificaciones monumentales que abarcaban un significado simbólico, de carácter político, religioso y social, formando parte de una integración de sucesos de la época, el desarrollo de la vida comunal de las personas permitiéndoles una valoración de su contexto histórico, humanístico y cultural, además de un grato significado emocional perdurable en el tiempo.
La arquitectura con el tiempo se ha ido transformando y para el siglo XIX los elementos de una arquitectura generadora de emociones se desvalorizaron tanto, que la importancia estuvo dada en una arquitectura desligada del arte, aislada y con edificaciones funcionales que buscan satisfacer las necesidad del hombre en sentido útil y práctico, con esto, el hombre ya no buscaba la exaltación de sus emociones ni el desarrollo de una vida comunal. Se puede decir que actualmente la arquitectura no busca el objetivo de emocionar al hombre mediante lo monumental, sobre todo porque el entorno del hombre lo ha desvinculado de lo sentimental, sea mediante la educación, la cultura, los sistemas políticos o el crecimiento acelerado de las ciudades.
Si la arquitectura logra integrarse con las artes como la pintura y la escultura, las cuales tienen potencialidad de transmitir la esencia de las artes logrará crear monumentos simbólicos que representen la vida los hombres y sus ideales impulsando el desarrollo de una vida comunal que será capaz de planificar espacios e incluso las ciudades y de revivir esa arquitectura monumental del pasado llena sentimientos.

Victor Da Silva dijo...

En el texto se refleja como la arquitectura "moderna" lucho contra las herencias que poseían para poder afianzarse en el mundo, y así lograr el cometido de una arquitectura mas funcional que decorativa, así como también la arquitectura dejo de ser algo tan monumental, dedicada a Dios, y paso a ser algo mas humano algo dedicado al hombre y a sus necesidades.

La monumentalidad durante un período de tiempo paso a segundo plano ya no era la prioridad, aunque siempre habían sus excepciones, en la actualidad hay como una mezcla entre la herencia monumental y la herencia de arquitectura mas humanas mas funcional para el hombre, ya que las grandes obras y edificaciones monumentales volvieron a aparecer pero no para alabar a algún Dios sino para demostrar grandeza en el hombre y también para ahorrar espacio horizontal y así ir creciendo verticalmente y gracias a la tecnología este crecimiento vertical cada dia es mayor alcanzando alturas nunca antes pensadas.

Unknown dijo...

Buenas noches.

Aquí expongo lo que entendí del texto y mi opinión personal. No necesariamente está bien, pero así lo veo yo:

Más allá del tema de la monumentalidad y seudomonumentalidad, entiendo que el texto se refiere a lo socio-cultural. Se hace una comparación entre la antigüedad y la “actualidad” (En este caso, 1944), destacando los valores de antes y la sociedad de “ahora” y su contraste, entre otros temas.

Se hace énfasis, así mismo, en el tema de la integración. No sólo se habla de buscar la integración de las artes, sino también la integración de elementos entre sí (por ejemplo un elemento arquitectónico con la edificación a la cual pertenece, de la edificación con la ciudad, de la ciudad con la región, etc.) También se habla de la integración del hombre a la comunidad, creando centros comunales. Muchos plantean, como se muestra en el texto, que crear centros comunales es un enorme gasto. Sin embargo, el autor lo ve como una oportunidad para que el hombre se encuentre con él mismo y tome conciencia con respecto al tema.

Yo opino que si ya el hombre se ha adaptado a vivir de cierta manera, es muy difícil que se retomen las formas de antes. La tecnología que podría ser aprovechada para integrar al hombre con la naturaleza, con el arte o con el hombre mismo, es de hecho, según creo yo, lo que nos aísla más. Si bien la posición del autor es el reflejo de lo deseable, pienso que es algo utópica, pues es la ventana a un mundo ideal. Y un mundo ideal no existe.

Valeria Pessagno.

Dorian Roque dijo...

Los periodos de la humanidad que son las mas apacibles para nuestra memoria nos vamos a conseguir que, aquellas cuya estructura y obra se extendieron más allá de su existencia temporal, fueron las obras que jamas olvidaron que la monumentalidad, solo ha de emplearse rara vez y para servir a los más altos objetivos. Entre los más reconocidos nos vamos a conseguir a Roma y Grecia, donde esta monumentalidad servia solo a los dioses, y en cierta medida, a la comunidad. Esta soberbia en su disciplina va a ser una de las razones de su perdurable influencia a lo largo de la historia.

Para el camino de la arquitectura de hoy, se tuvo que olvidar todo lo anterior antes mencionado, fue un camino difícil para la arquitectura, se tuvo que nuevamente conquistar hasta las cosas más simples, para así poder retomar este sentimiento y pensamiento que estaba perdido. No hay duda que esta arquitectura carecía del esplendor de épocas anteriores, donde su ornamento reflejaba esta larga tradición artesanal de elementos clásicos. Pero esta arquitectura que en su principio aunque parecía desnuda y sombría, era sincera. No tenían un punto de partida, sino que surgían a partir de la vida y del juego de sus fuerzas.

Hillary Fandiño CI: 20978628 dijo...

La monumentalidad se puede definir como el legado para futuras generaciones y el vínculo entre pasado y futuro.

Pensar en algo monumental nos lleva directo a Grecia y su Partenón, ya que antes era más fácil conseguir esa monumentalidad pues se buscaba a través de un significado netamente religioso. Pero es a partir del siglo XIX cuando los arquitectos comienzan a fijar su atención en un diferente tipo de monumentalidad: mercados, fábricas e inclusive puentes. Y es que con la llegada de las nuevas tecnologías, el arquitecto busca satisfacer algo más allá de lo religioso, ahora las necesidades son otras, como lo fue en el caso de la vivienda obrera y el nuevo tipo de vivienda en general.

Ahora lo monumental va más allá de una sola tendencia, no es algo aislado. Lo monumental va de la mano con la ciudad, y ésta misma va de la mano con la política, economía, cultura, religión y más que todo: la necesidad del hombre.

María Mercedes Gasiba dijo...

La monumentalidad, como bien es descrita en el texto de Sigfried Giedion

"Sobre una nueva monumentalidad" (1944), era aquello que empleaban, en sus inicios los griegos (por ejemplo), para idolatrar a sus dioses y, además, para propiciar aquello que con el pasar de los años y hasta el día de hoy, se ha buscado mantener a flor de piel: la vida comunal, capaz de dar forma a la imagen de sociedad en centros colectivos. Que mejor ejemplo de esto que el Ágora, el Foro romano, el mercado y plazas medievales; referencias que se han buscado traer a la actualidad de una forma impetuosa, traer mas no imitar, puesto que nos veríamos inmersos, entonces, en un proceso histórico sin desarrollo, sin evolución, sin avances ni cambios, sin modernidad, punto en el cual se encuentra la sociedad en este momento.

La sociedad, y más específicamente, la arquitectura, ha pasado por una serie de etapas para retomar ese concepto de monumentalidad, pasando por la llamada célula mínima, donde se buscan crear ambientes para la vida íntima del hombre (las nombradas casas aisladas o casas del obrero), luego se busco una edificación enfocada más hacía la gran escala, pero no se logró atinar con el concepto de la monumentalidad sino hasta que se dieron cuenta que los elementos de la vida social, la vida comunal, netamente enfocadas a la funcionalidad, son esencia eso, si y solo si, existe un aspecto emocional, sentimental, donde la unión de varias ramas de las artes deben unirse para lograrlo: la arquitectura, la pintura y la escultura.

Unknown dijo...

El tema de la monumentalidad es un tema que no perece con el transcurrir de los años. Pero este término parece encontrar su lugar en las construcciones del pasado. Parece ser que desde siempre las edificaciones monumentales se convirtieron en clichés emocionales, pues se busca atribuir a su obra construida un simbolismo arraigado al aspecto religioso, espiritual. Pero todas las construcciones tenían casi siempre la misma finalidad, demostrar poder y el grado de desarrollo de cierta sociedad (anteriormente se construía catedrales, hoy día se construyen museos). Esta búsqueda de reconocimiento y presunción de poder, nunca estuvo desvinculada del interés a manifestar, transformar y/o a desarrollar las técnicas que han sido las bases de la arquitectura contemporánea. Como por ejemplo, en Grecia monumentalidad servía solo a los dioses, y en cierta medida a la comunidad, esto ha sido una de las razones por las cuales la influencia griega perdure en el tiempo. Actualmente, se pueden reconocer en algunas construcciones el carácter de monumentalidad (Museos como el Guggenheim de Bilbao y el de New York), u otras obras, en fin los Estados siempre han buscado satisfacer su ego, ya que no es casualidad que siempre buscan estar a la vanguardia monumental. La arquitectura es un oficio que debe estar en constante renovación, y que debe irse adaptando a las nuevas necesidades de las civilizaciones. Y no verse como un oficio de crear símbolos importantes dentro de un lugar y tiempo.

Anónimo dijo...

Yolé Esparza CI: 23.693.462

Con la nueva monumentalidad se da la utilización de elementos clásicos y con gran significancia y se comienzan a utilizar comúnmente al punto de desvirtuar su significado original. En el afán de utilizar elementos del pasado para crear nueva arquitectura y que esta llamativa; pero en nuestra época es tan solo una seudomonumentalidad, pues no tiene nada en común con la romanos o los griegos, sino que surge en una esfera social adinerada con la única finalidad de crear grandes obras que se conviertan en iconos recordados; suele pasar en los edificios públicos y de los poderes.

Anónimo dijo...

María Isabel Ramírez CI: 22.350.466

En las tres etapas de la arquitectura contemporánea se ve el reflejo del arquitecto que va más allá de la edificación a construir, que va de lo micro el espacio mínimo del habitar de la persona, pasando por la relación con el contexto tanto inmediato (unidad vecinal) como a la ciudad y región; a lo macro como es la creación d espacios públicos de reunión para grandes cantidades de personas, y generando tanto la privacidad que necesita una persona en su hogar, como esa sensación de lujo y confort que aprecia en los espacios públicos como teatros.

Anónimo dijo...

Gabriel Lucena. 23689311

El texto desarrolla con una amplia perspectiva el aparentemente espontaneo suceso de monumentalidad que encuentra su expresion a lo largo de toda la historia edificatoria de la humanidad. Partiendo de la hipotesis sobre la necesidad del hombre de plasmar en simbolos los aspectos mas significativos de su contexto historico, el autor desglosa como esta tendencia se ha modificado hasta llegar a un atrofio que represente lo sucedido en la entrada del siglo XIX. Por haberse perdido los elementos arquitectonicos que desarrollaban este concepto en usos repetitivos y banales que sustrajeron su significado, la arquitectura de la epoca se encuentra ciega ante un abismo de nuevos elementos constructivos que estan invadiendo la cotidianidad del hombre, ante los cuales los arquitectos mantienen posiciones indecisas sobre como abordar. Ejemplo de estos son los citados puentes colgantes como Brooklyn, y los ya extensamente nombrados Crystal Palace y Torre Eiffel. Expuesto esto, el autor desarrolla una compilacion de 9 puntos de la Monumentalidad junto a Sert y Leger, donde especula sobre el rumbo que debe embarcar la arquitectura moderna y como debe atender los nuevos espacios del vivir citadino, como previamente lo fueron las plazas medievales, mercados, Agora.

Anónimo dijo...

Por medio de la historia, se muestra como el ser humano busca con gran vigor expresarse de tal forma que logre transcender con el transcurrir de los años, siendo recordado y afamado además por las generaciones futuras. Siendo esta la razón determinante para la búsqueda de la MONUMENTALIDAD en la arquitectura, en un lenguaje que se extiende en aspectos religiosos, políticos y sociales, desde el Partenón y las catedrales góticas; hasta edificios catalogados como modernos. No obstante, se rebaza a un punto en la historia en el que, dicha expresión se vuelve trillada, al ser difamada en circunstancias donde llega a perder su esencia y carácter, siendo de igual modo, mal empleada; donde Sigfried Giedion nos afirma “Si las formas pierden su íntima estructura, lo que hacen es convertirse en clichés sin significación emocional”, refiriéndose a grandes estructuras que procuraban en el pasado, representar divinidad, y que ahora forman parte de edificios cualesquiera; sin proyectar dicho sentimentalismo anteriormente honrado y practicado con recelo, cumpliendo con los más altos objetivos, en donde dicha simbología de monumentalidad se emplea raramente, y con íntima ambición.
Alcanzando así, peligrar la arquitectura actual, llegando a profanar las antiguas obras que ciertamente cumplían con un propósito; como lo es el caso del panteón de Agrippa en Roma “, por ejemplo, el cual fue enteramente concebido con la finalidad de hacer llegar el hombre a Dios “morada de Dioses”, donde todo sentido de proporción y estructura se basaban enteramente en esta búsqueda, sirviendo de vinculo para los creyentes entre lo celestial y lo terrenal, con implementación de cúpulas de grandes dimensiones, entre otros; caso contrario a la imitación que llega a presentarse en una arquitectura, que deja de tener carácter enriquecedor, y se vuelve ciega al simple hecho de admitir y representar un nuevo lenguaje arquitectónico, que cambie y se adapte con la época.


Emily García. CI.25.976.049

Anónimo dijo...

En referencia la monumentalidad se puede entender a esta como algo mas allá de la simple gran edificación, y verse relacionado hacia a la sensibilidad emocional de la que estuvo dotada la arquitectura en algún momento, es decir, esa arquitectura capaz de generar sensaciones en las personas, a través de sus dimensiones, espacialidad, materialidad, entre otras. Características que se han perdido en la arquitectura contemporánea producto de los fenómenos globales, y que hacen carecer de emociones nuestra arquitectura. Cabe destacar que los problemas que enfrenta hoy dia la arquitectura son totalmente diferentes a los que pudieron ser, resultando en una diferente resolución de las prioridades o necesidades de la labor.

Fabricio Mora // 23.694.430

Unknown dijo...

Yohana Blanco C.I24213663

Para la aproximación al análisis y entendimiento del escrito resulta importante entender la postura del autor:

-Este señala una realidad aun latente a nuestra época, lo hace desde una perspectiva muy cercana a la Arquitectura y a la investigación como historiador de arte, lo que le permitió identificar desde su punto de vista un problema “La seudomonumentalidad”

-El problema de la seudomonumentalidad no es la imagen que representa una cultura para su tiempo, sino la desvalorización de realizar estructuras o estereotipos sin significado emocional. Esto último Giedion lo resalta mucho a lo largo de su obra al no entender como siguen realizándose casas, teatros, museos, entre otras edificaciones que no logran captar el sentido de integración hacia una vida comunal planificada con una conciencia colectiva y forma para su tiempo.

“Ninguna otra época poseyó tantos medios y tan poco talento para servirse de ellos” (S. Gideon, 1943), de esta cita solo corregiría el final, Es cierto que las épocas que nos precedieron fueron majestuosas porque lograron dar forma a la imagen de sus sociedad en centros colectivos; ellos entendieron su realidad y la transformaron.

En nuestro caso la realidad y la dinámica ha cambiado mucho, se ha vuelto más complejo tratar de inventar el agua tibia. Es cierto que contamos con más medios a favor, pero también tenemos uno en contra: al hombre la historia lo ha trasformado en un ser alienado en donde para aprender y dar paso suelto al sentimiento de la monumentalidad hay que desaprender, e allí el dilema…

Entender esta realidad ha sido un conflicto, no solo para los arquitectos, sino para todos los profesionales y ciudadanos que formamos ciudad con cada decisión.

Considero que el reto no está en inventar, sino en integrar tantas partes disgregadas unas de otras en la ciudad, desde un pensamiento racional, creativo e incluso económico: Adam smit decía que en la competencia la ambición individual sirve al bien común, pero si todos fuéramos por el mismo objetivo nos estorbaríamos, entonces ninguno ganaría, pero que tal si nadie va al mismo punto, sino objetivos disgregados o separados, todos obtendríamos algo. Lo que es lo más productivo, es que todos en el grupo trabajaran para ellos y para el grupo; y en una sociedad esto último es importante, y es un pensamiento que no está inserto en todos aun.

Por eso la labor del arquitecto se extiende más allá de una parcela a la planificación de ciudad, con un gran nivel de complejidad crea la imagen formal de la sociedad dando respuesta al habitad humana.

¿El cómo se vive un espacio? o ¿cuál es la imagen para dar respuesta a esta realidad? donde parece ya todo hecho, son aun incógnitas para mi…

Es posible su respuesta…

Les dejo esta otra cita que me pareció interesante y completa lo último:

Giedion vio en el racionalismo de las ciencias naturales la idea que caracterizaba los tiempos modernos en general. "El historiador, en particular el historiador de la arquitectura, ha de mantenerse en un estrecho contacto con las ideas actuales. Sólo si está impregnado en el espíritu de su propio tiempo puede descubrir los trazos del pasado que no eran visibles desde el punto de vista de las anteriores generaciones"

P.D. No entiendo la diferencia que hace de la vida social del hombre a la vida emocional de las masas

Anónimo dijo...

Rainier Tineo C.I 24.530.653

El texto de Giedion trata el tema de la “monumentalidad” desde un punto de vista que considero acertado, ya que, el término monumental en arquitectura hace referencia a las expresiones propias de un determinado período de la historia, expresiones que buscan mediante la arquitectura y demás manifestaciones artísticas representar y exaltar el modo de pensar y el acontecer del contexto histórico en el que se desarrollan. Entonces, siendo la “monumentalidad” una expresión particular y propia de cada período histórico por separado; considero que la postura del autor ante los movimientos surgidos durante el siglo XIX es correcta y estoy de acuerdo con esta, dado que, las tendencias arquitectónicas características de este siglo – como el eclecticismo e historicismo – basaron sus estilos en reproducciones sin sentido de los movimientos anteriores a ellos, copiando e imitando formas clásicas, buscando así dotar de monumentalidad sus obras. Pero como ya se ha dicho, la monumentalidad es una expresión propia e independiente de cada período de la historia.
En cuanto a la arquitectura del siglo XX, esta aunque surge con un carácter que tiende a ser monumental – ya que se enfoca en resolver y expresar la problemática de la época, la vivienda –; deja de lado las demás expresiones artísticas, las cuales junto con la arquitectura, fueron las manifestaciones de monumentalidad que conmemoraron los antiguos períodos de la historia.

Anónimo dijo...

La monumentalidad es una representación de diferentes aspectos y objetivos que la arquitectura debería poseer. En la antigüedad, la monumentalidad, se entendía como una expresión artística en el que se utilizaba el simbolismo los cuales hacían referencia a las necesidades humanas de la vida cotidiana. En la actualidad, la monumentalidad, no solo se enfoca en la funcionalidad si no también refleja aspectos de temas políticos-sociales, culturales y religioso. En la modernidad se han perdido valores que se intentaban rescatar con la monumentalidad, es decir, en la modernidad se enfoca una arquitectura más funcional y la monumentalidad queda en segundo plano y empieza a perder un simbolismo importante por tratar de resolver problemas ya sea funcionales o estéticos. Algunos arquitectos buscan re-usar la monumentalidad del pasado y aplicarla en el presente, lo cual en mi opinión, no es un pensamiento acertado, lo adecuado sería rescatar los monumentos del pasado y re-interpretarlos en el presente, sin copiar su forma sino más bien adquirir su esencia y su vibra.

Génesis Lozada // CI: 24.222.672

Anónimo dijo...

La "Crisis de la Arquitectura Moderna", llegado el siglo XX, como la plantea el autor, tiene que ver con la aparición de nuevas técnicas, materiales y de posibilidades casi infinitas de expresión, pasando por las artes, pintura escultura y llegando a la arquitectura. El uso quizás discriminado de formas del pasado, para dar "monumentalidad" a temas que antes no se tenian, o no se les habia dado la importancia hasta ese momento. La separación o aislamiento de las actividades del arte, cada quien en su campo sin ver la posibilidad de interactuar correctamente. El desconocimiento por parte de quien contrata el trabajo. Todo esto lleva a un crisis en la Arquitectura.

La situación de Post-Guerra, todo el avance de la industria y las necesidades sociales llevan a la búsqueda de una nueva Arquitectura, que de respuestas acordes a los problemas planteados. Se debe colaborar estrechamente entre todos los actores que intervienen en el hecho arquitectónico. La integración de las Artes y la Arquitectura.

El autor habla de la vida comunal, habla del centro comunal pero ¿Debe ser el centro comunal el nuevo monumento?, ¿Que es en realidad el centro cumunal?, ¿Es igual en todas las culturas?, ¿Tiene la misma función?, ¿Podemos recuperar el sentido de la monumentalidad desde lo comunal?. Cada cultura a lo largo de la história ha construido un momnumento representativo de su cultura, de su forma de vida.

Creo que la crisis de la cual habla el autor es aun el tema de la Arquitectura Contemporanea, y en general de las Artes y las Ciencias. ¿Que se debe construir y para que? ¿Que nos representa?. Y al parecer si debe ser desde lo común, desde lo comunal, pensar en sociedad no en individual.

El siglo XX nos deja grandes avances científicos y tecnológicos que aun el hombre esta asimilando, entendiendo. Pero así como nos deja avances nos deja en una profunda crisis social, donde se debe resolver la vivienda de muchas personas, construir en equilibrio con el medio ambiente, y quizás de manera muy radicla, pensar en contruir para que la especie humana pueda sobrevivir a la mayor crisis de la historia.

Angel E. Laya Hernandez

Anónimo dijo...

Héctor Rondón

Aún hoy lo planteado por el autor con respecto al tema de la monumentalidad es un debate que se mantiene activo. Él, lo aborda haciendo alusión, a ese carácter simbólico del que se dotaba una edificación proyectada según el espíritu expresivo de su época. El edificio era la expresión en sí de la manera de pensar de ese tiempo en particular, siendo la obra única, no sólo por su construcción, si no, porque se fenominzaba a través de un lenguaje particular de cada cultura y a su vez, de un momento en el tiempo. Lo cual, me parece muy acertado. Al hablar de la crisis de la modernidad toca un tema sensible y que a mi parecer, como indiqué en principio es un tema que aún hoy no hemos logrado resolver. Cuál es el nuevo paradigma al momento de diseñar, cuál debe ser ese sentimiento que pasará a protagonizar el siguiente escalón en la arquitectura. Supongo, que el abanico de posibilidades se abre de manera infinita a nivel formal, pero me parece importante e interesante esclarecer, por lo menos, el sentido que le damos a lo que proyectamos y para quién lo proyectamos. Si bien, como dice Giedion, es un error recurrir a formas obsoletas para dar carácter a lo que es nuestra civilización hoy en día, también es importante colocar un aspecto de suma importancia que es el hombre mismo como protagonista de la arquitectura, y el sentido social en toda la extensión de la palabra. Giedion hace referencia a los espacios comunales, y lo entiendo como los espacios y edificios o como el conjunto de espacios y edificios que conforman el tejido de una ciudad en la que cual hace vida el hombre. Entonces la arquitectura como generadora de eslabones que pasan a componer esa red que llamamos ciudad, debe ser la respuesta y la piedra angular que sea capaz de generar soluciones organizacionales, no sólo a nivel espacial, si no a nivel social, sin dejar atrás lo urbano. Creo que la monumentalidad llega de la mano o en la medida en que la arquitectura sea capaz de responder a las necesidades de su época y de ello dependerá su trascendencia a través del tiempo.

Unknown dijo...
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Unknown dijo...

Giedion en el texto habla de cómo la monumentalidad en el siglo XVIII era plasmada sin ningún sentido, carente de sentimiento, y que por esto mismo la arquitectura ha tenido un comienzo difícil, por lo que surge el periodo de la seudomonumentalidad que fue empleado la mayor parte del siglo XIX, ya los modelos no eran empleados como en el Renacimiento, sino que eran utilizados sin restricción alguna, no había exclusividad, ahora se pueden encontrar en cualquier parte, y esto se debe a la desvalorización de los símbolos que estuviesen relacionados con lo sentimental, convirtiéndose así en un cliché sin significado, la monumentalidad debe emplearse rara vez y solo para servir a los más altos objetivos, por ejemplo en Grecia se usaba la monumentalidad para servir a los Dioses, y por eso esta disciplina le ha permitido su perdurable influencia.
La arquitectura por este motivo ha tenido que comenzar todo de cero,como si nada hubiese ocurrido antes, caer en el aislamiento total para poder tomar conciencia.
Surgen luego las tres etapas de la arquitectura contemporánea donde la primera se basa en la construcción de casas aisladas y plantearse con seriedad el tema de la casa obrero donde surge por primera vez en holanda. El segundo paso las casas y las manzanas no son unidades aisladas, están organizadas dentro de unidades mayores, hay que dejar claro que el arquitecto debe tener sumamente detalle tanto en el grifo de agua como en el plan regional, ya que sino se maneja de esta forma entonces el arquitecto no ha entendido el sentido de la arquitectura de hoy. Existe una línea directa entre la célula aislada y la unidad vecinal, la ciudad y la organización de toda la región, por lo que decimos entonces que este paso a la arquitectura contemporánea esta ligado a la edificación a gran escala y la planificación. Y por último esta la etapa que tenemos ante nuestros ojos, y es que después de toda la disgregación del siglo pasado se nos empiezan a presentar interrogantes de ¿por que?¿donde?¿que edificios son necesarios?¿En que zona? Etc etc.
Por lo que se podría decir que estas tres etapas de la arquitectura contemporánea abarcan desde lo micro a la macro, relacionadas entre sí, para de esta manera llegar a lo que actualmente podemos apreciar.

Anónimo dijo...

La arquitectura moderna se expresa como un total rechazo de los estilos y los tradicionales simbolismos que los estilos arquitectónicos de la antigüedad tren consigo, manifestándose directamente en la desaparición de la monumentalidad como un recurso arquitectónico de expresión de sociedad; se estima y se le atribuye al contexto histórico social y geográfico la razón por la cual parece haber muerto la arquitectura monumental, sea por razones económicas, ergonómicas, o por una aparente falta de cohesión en la colectividad, esa falta de propósito y sentido común en la sociedad, que se supone son las motivadoras para poder aplicarse a edificios de carácter monumental, ya que, en si, estos son esos hitos y marcas físicas sobre una intención social común y colectiva que perdura en la historia.
Ahora bien, a pesar de que es ese el enfoque que siempre se le ha dado al argumento sobre la falta de apliques a la arquitectura moderna, es cuestionable si realmente ese rechazo a los estilos y a pensar la corriente que debía seguir la arquitectura desde cero, era por todas esas razones socio-económicas, o si la ausencia de patrones anteriores no es más que el reflejo de las mismas intenciones del pasado, dejar la monumentalidad para aquellos edificios que realmente no eran del hombre común y cotidiano, y darle ese carácter inferior y repetitivo a los conjuntos residenciales de las masas.
Ma. Angélica Sotillo S. C.I.: 25.930.700

Unknown dijo...

En el texto, se desarrolla el tema de la monumentalidad y principalmente se habla de la perdidad de la misma en la época en la cual se publica el texto, la monumentalidad se ve diluida por su uso carente de significado y contundencia, las causas por las cuales esto ocurre. La monumentalidad originalmente surge como la necesidad de crear símbolos, que reflejen sus acciones y su destino y que alienten sus convicciones religiosas y sociales pero para el momento se había perdido el norte de la monumentalidad, puesto que los gobernantes quienes eran los que tenían la potestad de promover edificaciones con características monumentales, carecían del gusto y del sentido para realizar encargos de este tipo de manera exitosa.
Se destaca que en otras artes, como en la pintura, existía un renacimiento de la monumentalidad, ya que se estaban realizando obras de grandes formatos y con un gran significado. Surge una oportunidad de reincorporar a pintores, escultores y arquitectos, como un equipo de trabajo, como ya había sucedido, y de esta manera dotar de significado a la arquitectura, para buscar así una nueva monumentalidad. Otro de los factores que influyen en la aparición de obras monumentales, son las actividades de los ciudadanos que propicien la necesidad de una edificación de características específicas, en las cuales se pueda manifestar la monumentalidad y se señala la necesidad de la sociedad de la época de un centro comunal para el desarrollo de la vida social, este centro comunal se piensa como una posibilidad para la manifestación de la monumentalidad que se ha perdido con el pasar del tiempo.

Angel Rodríguez // c.i. 24287270

Christian Paredes dijo...

C.I. 20914512

Al terminar de leer los nueve puntos sobre monumentalidad compilados por J.L. Sert, Fernand Léger y S. Giedion, me fue inevitable establecer algunas relaciones que existen entre estos puntos y una de las obras arquitectónicas más importantes de nuestro país la Universidad Central de Venezuela. Estos puntos pudieron corroborar aún más el carácter de monumento moderno que posee la UCV cumple con todos los items señalados casi como si se tratara de una lista de requisitos.
Esta universidad es considerada un hito en nuestro país, un símbolo en la formación de generaciones futuras y un lugar de expresión cultural e ideológica para diferentes comunidades. Otra de las características de esta obra arquitectónica que posee cierto paralelismo con los puntos sobre monumentalidad es que los arquitectos modernos no deben concebir un edificio como un elemento aislado de la ciudad y el mismo debe adaptarse a la ciudad y a la vez propiciar su planificación. Si bien actualmente esta mentalidad ha ido cambiando, al momento de su construcción, la planificación de ciudades y la jerarquía del automóvil por sobre el peatón, estaba estrechamente relacionado con la planificación y estructuración de las ciudades, en este aspecto puede considerarse a la Universidad Central de Venezuela como una obra que se aprovecha de esta característica de la ciudad y la usa a su favor ya que la presencia del auto en el plan de la universidad es indiscutible, pero a su vez la ciudad universitaria proporciona a la ciudad de Caracas con espacios abiertos y areas verdes que generan una pausa en el medio del caos de concreto citadino.
Las universidades, más allá de su función de espacios para enseñar y aprender, son espacios públicos que promueven la vida comunal dentro de la ciudad. Además, la UCV es una obra que incorpora e integra de manera homogénea las artes y la arquitectura, de manera que las diferentes esculturas, murales y vitrales de reconocidos artistas a nivel mundial se fusionan con la arquitectura haciendo de la ciudad universitaria un esfuerzo conjunto de diferentes profesionales de diferentes áreas de conocimiento, que se aprovecha de las técnicas y los materiales del momento para crear una obra que, en mi opinión, puede considerarse como uno de los últimos monumentos modernos construidos en Venezuela.

Unknown dijo...

En el texto se platea la idea de una nueva monumentalidad, inexistente según el autor, al menos en comparación, con la que es bien concebida en el pasado, que logra integrar o genero el concepto de arquitectura monumental, como muestra de poder, religión y que englobaba a toda una comunidad.
Si bien, a lo largo del camino, se logra determinar diferentes épocas en las cuales se ven las huellas del perfecto ejemplo de una arquitectura monumental, en el último siglo existe una pérdida de la misma y una mala interpretación de un concepto sentimental, o un espacio que es más que una fachada, sino que tiene un carácter simbólico para la comunidad que lo rodea. Esta pérdida nace, a través del impulso de cambios históricos y de equivocado sentido por quienes gobiernan, hacia lo bien reconocido como símbolo arquitectónico en una sociedad, acarreando cierto, intereses personales, ideas equivocas de creer que en un manual del pasado están las respuestas a estas expresiones tan necesarias en nuestros días, cuando la solución es mirar al presente, y determinar la moderna necesidad de integrar desde el espacio más mínimo para vivir, al espacio colectivo, es reconocer el entorno, como parte de un conjunto que debe interactuar entre sí, para lograr estos espacios de transición. Se podría decir, una nueva idea de monumentalidad, atado a las nuevas tecnologías, ajustadas a nuevas necesidades colectivas, que integren grandes soluciones, y una propuesta inédita según la época, para el tema de un monumento, entendido así, no por los ejecutores del proyecto , ni por el que los emplean, sino por un sentimiento colectivo, que haga de la idea propia de la arquitectura, no una actividad de mirar atrás y copiar patrones, sino mirar el nuevo hombre de este siglo, para generar soluciones apropiadas, y un sentido de pertenencia, a lo que no puede ser construido como un capricho, sino como símbolo de toda una sociedad, que quiere dejar y enaltecer los avances de su epoca, para las generaciones futuras

Geraldine Alfonzo
20820977

Unknown dijo...

MICHELLE RODRGEZ_C.I.22.351.629

Según lo leído, la monumentalidad en la arquitectura siempre ha tenido relevancia debido a que la arquitectura se trata de realzar la obra diferenciándola del resto y lo que ella significa para la sociedad o estado, lo podemos ver que antiguamente la utilización de la cúpula se consideraba algo monumental, se puede apreciar en edificaciones de culto en donde generan cierto sentimiento de espiritualidad, hoy en día se puede observar la cúpula en cualquiera edificación, quitándole valor a lo que antiguamente le daban.

En el siglo XIX la arquitectura perdió protagonismo, como ocurrió en algún momento con la pintura y la escultura, fue retomando posición interviniendo mercados y fabricas, con este nuevo venir de la arquitectura surgen tres etapas de la arquitectura contemporánea, la primera era la célula mínima, su misión es la de crear marcos adecuados para el ambiente intimo del hombre, de esto surgen algunas casa aisladas como en Norteamérica y Europa también se despierta la conciencia social, plantear con seriedad y alcances estéticos, el problema de la casa del obrero. La importancia de este movimiento era la cabal organización de la célula humana, en el menos espacio y con la máxima economía de medios. Surgieron también casa para las clases más acomodadas, nueva concepción del espacio; Fue la vivienda la que volvió a enseñar a la arquitectura la exactitud en la planificación. En la segunda etapa considera a las casa y manzanas como un todo, dando un paso a la arquitectura moderna con edificaciones a gran escala seguido de la planificación, este periodo lo podemos apreciar hoy en día. La tercera etapa es donde se empieza a cuestionar la reunión de masas, la vida comunal entre otra cosas relevante a la sociedad y la comodidad de ella, como esto se ha perdido en apreciar un conjunto de edificios, aunque siempre se construye iglesias, teatros y palacios del deporte, todo eso se alza ya que la comunidad lo exige para expresar su necesidad de lujo, de alegría, de exaltación interior .

Básicamente la monumentalidad según la lectura surge de la eterna necesidad del hombre de crear símbolos, en los que se reflejen sus acciones y su destino también en los que alienten sus convicciones religiosas y sociales. La monumentalidad siempre va estar presente debido a que debe haber un “recuerdo”, un pasado, una historia que tengamos presente por medio de edificación a esto viene la seudomonumentalidad de nuestra época debido a que continuamos costumbres de los últimos siglos, todavía perdura en el tiempo el gusto dominante en edificios públicos de carácter monumental.

Anónimo dijo...

La monumentalidad es el origen como la consecuencia de la evolución de los métodos constructivos, como también la habilidad de arquitectos, artistas y escultores, para así crear obras que en un principio buscaban enaltecer la creencia de las personas en busca de algo superior o de la egolatría del hombre para demostrar su capacidad de edificar para dejar la huella de sus logros en la historia.

La arquitectura comienza ha sobre valorar la monumentalidad concebida para enaltecer, lo cual termina con la búsqueda de otra corriente de conocimiento, esta nueva corriente se enfoca en la racionalidad de los espacios para las personas, se buscaban soluciones para el desarrollo de la cotidianidad de la sociedad dejando atrás los cánones de simetría y proporción siendo así el comienzo de la arquitectura moderna que comienza a formarse en el siglo XIX y es cuando la monumentalidad se busca reivindicar cambiando a una temática social como el teatro y los palacios deportivos para el desarrollo en comunidad de personas de todos los estratos sociales.

Hoy en día el monumento antiguo que tiene como finalidad de preservar dejando una huella en la historia por su forma o significado se desliga de la monumentalidad la cual se ve reivindicada por la destreza de los arquitectos, artistas y escultores, al crear espacios para el desarrollo de actividades de esparcimiento de una comunidad y todo pensando solo en las necesidades colectivas de la sociedad.

Antonio Martins C.I. 20616087

Anónimo dijo...

La arquitectura contemporánea empieza a surgir como consecuencia directa de las guerras, tomando fuerza en el periodo posterior a la segunda guerra mundial debido a que estos hechos dejaron las ciudades destruidas por lo que es necesario construir rápidamente para reubicar a las familias que se encontraban en refugios. De este modo, con el fin de solucionar la problemática lo más rápido posible se crean organismos de gobierno para impulsar la construcción masiva de viviendas que cumplan con las exigencias necesarias para relacionarse con la ciudad.
Esta es una de las razones por la que se va presentando la perdida de la monumentalidad en la arquitectura, empieza a surgir la necesidad de la producción en serie.

Angélica Rangel CI: 25717899

Anónimo dijo...

La arquitectura se puede caracterizar por su modo de crear identidad. Desde antiguas civilizaciones que lograron alcanzar su pleno desarrollo y se comunicó a través de símbolos representados en monumentos que los identificaban como entendieron las necesidades de la sociedad, de la vida común. Esa expresión monumental se fue disolviendo a lo largo de la historia con las nuevas tecnologías y la misma evolución de la sociedad para no lo reflejar el hecho político, religioso y cultural sino lo social, lo que se podía hacer para resolver el dilema funcional de la arquitectura. La arquitectura dejo de ser una identidad monumental. Más adelante se entiende que el monumento debe verse proyectado de acuerdo a la planificación de su entorno y a las necesidades del ser humano para llegar a ser satisfactorio funcionalmente y proponer identidad propia.

Ana Valenzuela

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