Reyner Banham, “A home is not a house” en Design by Choice (recopilación de artículos de Reyner Banham seleccionados y presentados por Architectural Design) pág. 56. Originalmente en Art in America de abril de 1965.
Cuando tu
casa contiene semejante complejo de cañerías, conductos de humos, cables,
luces, acometidas, enchufes, hornos, piletas, trituradores de residuos,
parlantes de hi-fi, antenas, plenos, freezers, calentadores —cuando contiene
tantos servicios que el equipo podría soportarse por sí mismo sin ayuda de la
casa, ¿para qué tener una casa para sostenerlo? Cuando el costo de todo este
instrumental es la mitad del costo total (o más, como sucede a menudo), ¿qué es
lo que está haciendo la casa excepto esconder tus partes pudendas mecánicas de
la mirada de los transeúntes? Ha habido un par de casos recientes en los que el
público estaba realmente confundido con respecto a qué eran los servicios
mecánicos y qué era la estructura —a muchos visitantes de Filadelfia les toma
un rato entender que los entrepisos de las torres de laboratorios de Louis Kahn
no están sostenidos por las cajas de ladrillos para conductos, y cuando lo han
entendido tienden a dudar si valía la pena la complicación de darle a los
entrepisos una estructura portante independiente.
Sin duda,
gran parte de la atención que atraen esos laboratorios deriva del intento de
Kahn de exponer el drama de los servicios mecánicos —y si finalmente falla en
hacerlo convincentemente, la importancia sicológica del gesto sigue estando,
por lo menos a los ojos de sus colegas arquitectos. Los servicios son un tema
en el cual la práctica arquitectónica ha alternado caprichosamente entre lo desfachatado
y lo recatado —estuvo aquel período 'déjalos bambolear', en el que cualquier
cielorraso era un lío de entrañas en colores vivos, como en la salas del
Consejo en el edificio de la ONU, y ha habido ataques de pudor en los que el detalle
anatómico más inocente fue velado precipitadamente con un cielorraso
suspendido.
Básicamente,
hay dos razones para todo este calentarse y enfriarse[1],
si se me permite el más viejo juego de palabras entre los instaladores de aire
acondicionado. La primera es que los servicios mecánicos son demasiado nuevos
como para haber sido absorbidos en el saber tradicional de la profesión:
ninguno de los grandes slogans —la Forma sigue a la Función, accusez la
structure, Firmness Commodity and Delight, Honestidad con los Materiales, Wenig
ist Mehr— es de mucha ayuda al enfrentarse con la invasión mecánica. Lo que más
se aproxima, en forma significativamente negativa, es el “Pour Ledoux cʼetait
facile —pas de tubes” de Le Corbusier, que parece estar cobrando validez
proverbial como la expresión de una profunda nostalgia por la época dorada
anterior a la llegada de las cañerías.
La segunda
razón es que la invasión mecánica es un hecho, y los arquitectos —y
especialmente los arquitectos americanos— la sienten como una amenaza cultural
a su posición en el mundo. Los arquitectos americanos ciertamente tienen razón
en sentirlo así, porque su especialidad profesional, el arte de crear espacios
monumentales, nunca se estableció firmemente en este continente. Ha quedado
como un transplante de una cultura más vieja, y los arquitectos americanos tienen
constantes regresiones a esa cultura. La generación de Stanford White y Louis
Sullivan tendían a comportarse como emigrés de Francia, Frank Lloyd Wright a
menudo se refugiaba en teutonicismos nostálgicos como Lieber Meister, los peso pesado
de los treinta y cuarenta al fin y al cabo vinieron de Aachen y Berlín, los
líderes de los cincuenta y sesenta son hombres de cultura internacional como
Charles Eames y Philip Johnson, y también lo son, en muchos aspectos, los que
están surgiendo hoy en día, como Myron Goldsmith.
Si se los
deja hacer, los americanos no monumentalizan ni hacen arquitectura. Desde la
casita de fin de semana en Cape Cod, pasando por el balloon frame, a la
perfección del siding de chapa de aluminio con un texturado para simular
veteado de madera, siempre han tendido a hacer una chimenea de ladrillos y
apoyar contra ella un conjunto de tinglados. Cuando Groff Conklin escribió en
The Weather-Conditioned House que
Una casa no es otra cosa que una cáscara vacía… una cáscara es todo lo
que una casa o cualquier estructura en la que los seres humanos viven y trabajan
es en realidad. Y la mayor parte de las cáscaras en la naturaleza son barreras
extraordinariamente ineficientes al calor y al frío.
estaba
expresando un punto de vista extremadamente americano, apoyado por una tradición
popular largamente establecida.
Y dado que
esa tradición coincide con él en que la cáscara americana es una barrera
térmica tan ineficiente, los americanos siempre han estado listos para bombear
en sus refugios más calor, luz, y energía que el resto de los pueblos. El gran
espacio monumental americano es, supongo, el gran espacio exterior — el porch,
la galería, las llanuras surcadas por rieles de Whitman, el camino infinito de
Kerouac, y ahora, el Gran Ahí Arriba[2].
Incluso en el interior de la casa, los americanos rápidamente aprendieron a
deshacerse de las particiones que los europeos necesitan para darle al espacio
un carácter arquitectónico y ordenado, y mucho antes de que Wright comenzara a
atropellarse los muros que dividían la arquitectura correcta en sala de estar,
sala de juegos, sala de cartas, sala de armas, etc., los americanos más
humildes se habían ido deslizando hacia un modo de vida adaptado a los
interiores distribuidos informalmente que eran, efectivamente, grandes espacios
únicos.
Ahora bien,
los grandes volúmenes envueltos en delgadas cáscaras tienen que ser iluminados
y calefaccionados en un modo bastante diferente y más generoso que los interiores
cubiculares de la tradición europea en torno a los cuales cristalizó en un
principio el concepto de arquitectura doméstica. Desde el primer momento, desde
la estufa Franklin y la lámpara de kerosén, el interior americano ha debido
estar mejor servido si es que debía soportar una cultura civilizada, y ésta es
una de las razones por las cuales los Estados Unidos han estado siempre a la
vanguardia en los servicios mecánicos para edificios —de modo que si los
servicios pueden en algún lugar percibirse como una amenaza para la
arquitectura, ese lugar es América.
“El plomero
es el burgomaestre de la cultura americana”, escribió Adolf Loos, padre de
todas las perogrulladas europeas sobre la superioridad de la plomería
americana. Sabía de qué hablaba; su breve visita a los Estados Unidos en los
noventa lo convencieron de que las virtudes sobresalientes del modo de vida
americano eran su informalidad (no hace falta ponerse un sombrero de copa para
visitar a un funcionario local) y su limpieza —que necesariamente debía ser
percibida por un vienés con un esquema de compulsiones freudianas tan altamente
desarrollado como el suyo. La obsesión con la limpieza (que se ha convertido en
uno de los mayores absurdos la cultura Kleenex de la América que respira lysol)
fue otro motivo psicológico que llevó a la nación a los servicios mecánicos.
Las justificaciones tempranas para el aire acondicionado no eran simplemente que
la gente tenía que respirar: Konrad Meier en Reflections on Heating and
Ventilating, 1904, escribía meticulosamente que
las cantidades excesivas de vapor de agua, los olores enfermantes
provenientes de órganoslos respiratorios, los dientes sucios, la transpiración,
la ropa desprolija, la presencia de microbios por muchas razones, el aire
cargado de polvo por las alfombras y tapices… causan gran incomodidad y mayor
enfermedad.
(Lávate las
manos y vuelve para el próximo párrafo.)
La mayor
parte de los pioneros del aire acondicionado parecen haber estado obsesionados
olfativamente del mismo modo: como mejores amigos podían señalarle a America su
mal olor corporal y luego rápidamente recetar su propia panacea para ventilarla
hasta reventar. En algún punto entre estos conceptos arracimados —la limpieza,
la cáscara ligera, los servicios mecánicos, la informalidad e indiferencia por
los valores arquitectónicos monumentales, la pasión por el espacio abierto—
siempre me pareció que acechaba algún difuso concepto madre que nunca lograba
enfocar claramente. Finalmente me apareció claro y legible en junio del ʼ64, en
las circunstancias más altamente apropiadas y sintomáticas.
Estaba
sumergido hasta el vello de mi pecho, haciendo películas caseras (me excita al
estilo NASA lo de llevar equipo costoso a medios hostiles) en la playa del
campus en el sur de Illinois. Esta playa combina lo exterior y la limpieza en
un modo altamente americano —escenográficamente es el viejo estanque en la tradición
de Huckleberry Finn, pero está vigilada como corresponde (estudiantes de
segundo año haciendo de guardavidas, sentados en sillas Eames sobre postes en
el agua) y además está clorada. Desde donde estaba, podía ver no sólo pícnics y
asados familiares inmensamente elaborados desarrollándose sobre la arena
esterilizada, sino también, a través de y por sobre los árboles, el entramado
de una de las cúpulas experimentales de Buckminster Fuller. Y en ese momento lo
vi, si la sucia Naturaleza pudiera ser mantenida bajo el grado adecuado de
control (quedarse con el sexo y eliminar los estreptococos) por otros medios,
los Estados Unidos felizmente se desharían por completo de la arquitectura y
los edificios.
Bucky
Fuller, por supuesto, pone especial énfasis en este tema: su famosa pregunta no
retórica “Señora, ¿sabe cuánto pesa su casa?” expresa una subversiva sospecha
de lo monumental. Esta sospecha la comparten, sin expresarla tan claramente,
los miles de americanos que ya han mudado el peso muerto de la arquitectura doméstica
y viven en casas móviles que, incluso si pueden terminar sin moverse jamás,
siguen dando una mejor performance como refugio que las estructuras ancladas a tierra
que cuestan por lo menos tres veces más y pesan diez veces más. Si alguien
pudiera desarrollar un paquete que pudiera efectivamente desconectar la casa
móvil de los cables aéreos del suministro eléctrico, los tubos de gas envasado
fijados precariamente en su gabinete y las semi-innombrables instalaciones
sanitarias que surgen de no poder conectarse a la cloaca general —ahí
estaríamos ante algunos cambios sustanciales. Puede no estar demasiado lejos;
los recortes en los gastos de defensa pueden llevar a que las técnicas
derivadas de la investigación espacial sean aprovechadas por otros campos relativamente
pronto, y ese talento miniaturizador aplicado a un paquete 'estándar de vidaʼ
[a standard-of-living package; un paquete de nivel de vida, de habitación]
autocontenido y regenerativo que pudiera ser arrastrado tras una casa rodante o
adosado a ella, podrían producir una especie de unidad remolcable que podría
ser recogida o dejada en depósitos todo a lo ancho de la nación. Avis podría
todavía transformarse en la primera en equipos, aun si tuviera que seguir conformándose
con un meritorio segundo puesto en alquiler de autos.
De aquí
podría surgir una revolución doméstica al lado de la cual la Arquitectura
Moderna parecería MisLadrillos, ya que podrías también desprenderte de la casa
móvil. Un paquete estándar de vida (la frase standard of living y el concepto
son ambos de Bucky Fuller) que realmente funcionara podría, como tantas invenciones
sofisticadas, retrotraer al hombre a un estadio más cercano al natural a pesar
de su compleja cultura (tal como el abandono del telégrafo Morse por el
teléfono Bell le devolvió su capacidad de comunicarse hablando, a través del
país). Desde el comienzo el hombre ha tenido dos maneras básicas de controlar
el entorno: una esquivando el tema y escondiéndose debajo de una roca, árbol,
tienda o techo (lo que finalmente llevó a la arquitectura tal como la
conocemos) y la otra interfiriendo realmente con la meteorología local,
usualmente a través de un fuego que, en forma más elaborada, podría llevar al
tipo de situación aquí en discusión. A diferencia del espacio habitable
atrapado con nuestros ancestros debajo de una roca o un techo, el espacio en
torno al fuego tiene muchas cualidades distintivas que la arquitectura no puede
aspirar a igualar, en primer lugar su libertad y variabilidad.
La dirección
y fuerza del viento decidirá la forma y dimensiones de ese espacio, estirando
el área de calor tolerable en un óvalo alargado, pero la emisión de luz no se
verá afectada por el viento, y el área de iluminación tolerable será un círculo
superpuesto al óvalo de calor. Habrá entonces una variedad de combinaciones de
luz y calor para elegir según la necesidad y el interés. Si quieres hacer una
tarea fina, como reducir una cabeza humana, te sientas en un lugar, pero si
quieres dormir te acomodas en otro; el juego de tabas hallaría su lugar
bastante diferente del entorno que correspondería a las reuniones del comité organizador
de ritos de iniciación… y todo esto sería perfecto si los fuegos al aire libre
no fueran tan efímeros, ineficientes, poco confiables, humeantes y todo eso.
Pero un
paquete standard of living correctamente armado, que emita aire caliente sobre
el suelo (en vez de absorber aire frío a lo largo del suelo como el fuego),
irradiando luz suave y Dionne Warwick en cálido estéreo, con proteína madura
girando en el horno en un baño de luz infrarroja, y la hielera tosiendo discretamente
unos cubitos en los vasos sobre el bar desplegable —esto podría hacer por un
claro en el bosque o una roca en la ensenada lo que Playboy nunca podría hacer
por un penthouse puesto allí. ¿Pero cómo vas a trasladar este mazacote de
tecnología hasta la ensenada? No necesita ser tan masivo; las necesidades
aeroespaciales, por ejemplo, han tenido un efecto terrible sobre la tecnología
de estado sólido, llegando a producir pequeños transistores refrigeradores.
Todavía no captan ninguna gran cantidad de calor, pero ¿qué vas a hacer en el
claro de todas formas? ¿congelar un novillo? Tampoco se necesita manipularlo —podría
trasladarse sobre un colchón de aire (su propia emisión de aire acondicionado,
por ejemplo) como
un
hovercraft o una aspiradora doméstica.
Esto va a
consumir una buena cantidad de energía, incluso con los transistores. Pero
deberíamos recordar que muy pocos americanos están en momento alguno lejos de
una fuente de entre 100 y 400 caballos de fuerza —el automóvil. Unas baterías
de automóvil potenciadas y un tambor para un cable de arrastre probablemente
podrían poner a este paquete a emitir vapores de cognac sobre el Edén mucho
antes de que aparezcan la transmisión de potencia por microondas o las plantas
atómicas miniaturizadas. El automóvil es ya hoy una de las armas más pesadas de
la artillería ambiental americana, y el componente esencial en un anti-edificio
no arquitectónico que ya es bien conocido para la mayor parte de la nación —el
autocine [the drive-in movie house]. Sólo que la palabra house es un manifiesto
error de denominación —sólo un terreno liso en el que la compañía operadora
ofrece imágenes visuales y sonido por cable, y el resto de la situación viene
sobre ruedas. Traes tu propio asiento, calor y protección como parte del coche.
También traes Coca Cola, galletitas, Kleenex, Chesterfields, ropas de más,
zapatos, la píldora y cualquier otra cosa que se te ocurra y que no te darían
en el Radio City.
El
automóvil, para abreviar, está haciendo ya bastante del trabajo del paquete
standard of living la pareja acaramelada
bailando a la música de la radio de su convertible estacionado ha creado una
sala de baile de la nada (la pista va por cortesía del Departamento de
Autopistas, por supuesto) y todo esto es paradisíaco hasta que empieza a
llover. Incluso en ese caso no estás acabado —se necesita muy poca presión de
aire para inflar una cápsula de mylar transparente, el aire acondicionado del
paquete podría hacerlo, con o sin un poco de potenciación, y la cápsula en sí,
doblada en una bolsa de paracaidista, podría ser parte del paquete. Desde el
interior de tu hemisferio de treinta pies de Lebensraum seco y calentito
podrías tener unas espectaculares vistas de primera fila del viento derribando
árboles, la nieve arremolinándose en el claro, el incendio forestal que se
acerca por sobre la colina o Constance Chatterley corriendo ágilmente hacia ya sabes
quién a través de la tormenta.
Pero… ¿esto
no es un hogar, no puedes criar una familia en una bolsa de polietileno? Nunca
podrá
reemplazar
al venerable estilo rancho de tres niveles alzándose orgullosamente en el
paisaje de cinco arbustos ralos, flanqueado a un lado por la casa de techo a
dos aguas y piso en desniveles con seis arbustos ralos y al otro por la casa
con techo a dos aguas y piso en desniveles con cuatro niños y un arenero
propio. Si los innumerables americanos que están criando exitosamente a niños
preciosos en trailers me disculpan por un momento, tengo algunas sugerencias
para hacer a los todavía más innumerables americanos que están tan inseguros
que tienen que esconderse detrás de falsos monumentos de Permastone y techado
en rollo. Hay que admitir que hay muy sensatas ventajas cotidianas en pararse
sobre una alfombra y un piso firme, en vez de sobre agujas de pino y hiedra
venenosa. Los pioneros americanos reconocieron esto construyendo habitualmente
sus chimeneas sobre un piso de ladrillos. Una burbuja inflable transparente
podría anclarse a una placa semejante tan fácilmente como un balloon frame, y
el paquete standard of living podría flotar animadamente en una especie de
glorificado hoyo para fuego en el centro de la placa. Pero una burbuja inflable
no es el tipo de cosa en la que los niños podrían entrar y salir cuando les
diera la gana —créanme, tratar de salir de una cápsula inflable puede ser
todavía más complicado que salir de una carpa empapada venida abajo si se
equivoca la movida.
Pero la
relación del kit de servicios a la placa podría disponerse de modo de
solucionar esta dificultad; todo (o casi todo) el paquete standard of living
podría reinstalarse en lo alto de una membrana que flotara sobre el piso,
irradiando hacia abajo calor, luz, y lo que se quiera, y dejando todo el perímetro
completamente abierto para permitir el libre acceso y egreso. Ese loco ideal
del Movimiento Moderno de la interpenetración interior y exterior podría
finalmente hacerse real al eliminar las puertas. Técnicamente sería factible,
por supuesto, hacer que la membrana literalmente flotara, como un hovercraft.
Cualquiera que haya tenido que pararse bajo el efecto que produce en el terreno
el rotor de un helicóptero sabrá que esta solución tiene poco de recomendable
excepto la eliminación instantánea de los papeles de residuo. El ruido, el
consumo de energía, y la incomodidad física, podrían ser algo realmente
escandaloso. Pero si la membrana de energía pudiera apoyarse en una o dos
columnas, o incluso en una unidad de baño hecha en ladrillos, entonces estamos
casi a la vista de lo que sería técnicamente posible antes de que la Gran Sociedad
tenga muchos más años.
La idea
básica es que la membrana soplaría una cortina de aire calentado/enfriado/acondicionado
en el perímetro del lado a barlovento de la anti-casa, dejando que el resto del
clima circule libremente por el espacio habitable, que no necesita
corresponderse exactamente en planta con la membrana de arriba. La membrana
probablemente tendría que ir más allá de los límites de la placa de piso, de
todas formas, para prevenir la entrada de lluvia, aún si la cortina de aire
estaría activa precisamente desde el lado del que cae la lluvia y, estando
acondicionada, tendería a captar la humedad mientras cae. La distribución de la
cortina de aire estará controlada por varios sensores eléctricos de luz y
clima, y por esa invención tan revolucionaria, la veleta. Para el tiempo
realmente malo serían necesarios postigones automáticos contra tormenta, pero
salvo en los climas más locamente inconstantes, debería ser posible diseñar el
kit acondicionador para manejar la mayor parte de los climas la mayor parte del
tiempo sin que el consumo de energía se vuelva ridículamente superior al de una
ineficiente casa ordinaria del tipo monumental.
Obviamente
que sería apreciablemente mayor, pero todo este razonamiento gira sobre la
observación que hace al American Way el gastar dinero en servicios y
mantenimiento y mantenimiento en vez de en la estructura permanente como en las
culturas provincianas del Viejo Mundo. En cualquier caso, no sabemos por dónde
andarán cosas como la energía solar en la próxima década, y para el que quiera
asistir a una visión casi posible del aire acondicionado totalmente gratis
permítanme recomendar “Shortstack” (otro truquito con tubo de polietileno) en
el número de diciembre del '64 de Analog. De hecho, muchas de las objeciones de
sentido común a la anti-casa pueden terminar desvaneciéndose: por ejemplo, el
ruido puede no constituir un problema al no haber un muro perimetral para
reflejarlo hacia el espacio habitable y, en cualquier caso, el susurro
constante de la cortina de aire daría un aceptable umbral de volumen que los
sonidos deberían superar para hacerse audibles y entonces molestos. ¿Bichos?
¿Criaturas salvajes? En el verano no deberían ser peor que con las ventanas y
puertas de una casa ordinaria abiertas; en invierno todas las criaturas en su sano
juicio migran o hibernan; pero, en cualquier caso, ¿por qué no estimular los
procesos normales de la selección darwiniana para arreglarte la situación? Todo
lo que necesitas es desencadenar el proceso por medio de un ingenio todo
propósito; éste radiaría llamadas de apareamiento y esencias sexys y atraería a
todo tipo de predadores y presas mutuamente incompatibles hacia un
amontonamiento de masacre indescriptible. Una cámara de circuito cerrado de
televisión podría transmitir el estado del juego a una pantalla en el interior
de la vivienda y brindar una programación continuada que haría que los ratings
de Bonanza parezcan desdeñables.
¿Y la
privacidad? Este parece ser un concepto tan nominal en la vida americana tal
cual se la vive que parece difícil creer que a alguien le preocupe realmente.
La respuesta, en las condiciones suburbanas que todo el argumento implica, es
la misma que para las casas de vidrio que los arquitectos estaban diseñando tan
laboriosamente hace una década —paisajismo más sofisticado. Esta es, después de
todo, la tierra del bulldozer y del transplante de árboles crecidos —¿por qué
dejar que el Comisionado de Parques se quede con toda la diversión?
Como fue
dicho más arriba, este argumento implica suburbia que, para bien o para mal, es
donde America quiere vivir. No dice nada sobre la ciudad que, como la
arquitectura, es un crecimiento foráneo algo inseguro en este continente. Lo
que se discute aquí es la extensión del sueño Jeffersoniano más allá de la
versión sentimentalmente agraria Usonia/Broadacre de Frank Lloyd Wright —el sueño
de la buena vida en el campo limpio, una residencia campesina en un paradisíaco
jardín de equipamiento lograda a fuerza de energía. Este sueño de la anti-casa
puede sonar no arquitectónico pero lo es sólo en parte, y la arquitectura
desprendida de sus raíces europeas pero tratando de echar unas nuevas en un
terreno extraño ha estado cerca de la anticasa uno o dos veces ya. Wright no
estaba bromeando cuando hablaba de 'destruir la caja' aun si la promesa espacial
se cumple sólo ocasionalmente en la demasiado concreta realidad. Arquitectos
populares de las llanuras como Bruce Goff y Herb Greene han producido casas
cuya supuesta forma monumental tiene claramente poco impacto en la cosa
funcional de vivir en ellas.
Pero es en
un edificio que a primera vista parece sólo forma monumental que la amenaza o
promesa de la anti-casa ha sido demostrada más claramente—la casa Johnson en
New Canaan. Se han dicho tantas cosas fuera de lugar (por parte del mismo
Johnson, así como por otros) para probar que ésta es una obra de arquitectura
en la tradición europea, que muchos de sus aspectos intensamente americanos a
menudo se escapan. Sin embargo cuando se ha dejado atrás toda la erudición
sobre Ledoux y Malevitch y Palladio y todo lo que ha sido publicado, una de las
fuentes más sugestivas resulta difícil de descartar —la reconocida permanencia
en el recuerdo de Johnson de una aldea incendiada de New England, con las
ligeras envolventes consumidas por el fuego, y quedando en pie las plataformas
de ladrillo y las chimeneas en pie. La casa de vidrio de New Canaan se compone
esencialmente de estos dos elementos, una plataforma calefaccionada de piso de
ladrillo, y una unidad vertical que es chimenea-hogar de un lado y baño del
otro.
En torno a
esto se ha tendido precisamente el tipo de envolvente liviana de la que hablaba
Conklin, sólo que todavía más insustancial que aquélla. El techo, ciertamente,
es sólido, pero psicológicamente está dominado por la ausencia de cerramiento
visual todo alrededor. Como muchos han señalado peregrinos a este sitio, la casa
no termina en el vidrio, y la terraza y los árboles más lejanos son parte del
espacio de la vivienda, visualmente en invierno y física y operativamente en
verano cuando las puertas se abren. La “casa” es poco más que un núcleo de
servicios en un espacio infinito, o alternativamente, una galería exenta que
mira en todas direcciones hacia el Gran Más Allá. En verano, en verdad, el
vidrio sería un poco un sinsentido si los árboles no echaran sombra, y en el
reciente otoño muy cálido el sol que atravesaba los árboles desnudos creaba un
efecto invernadero tal que partes del interior eran agudamente incómodas —la
casa habría estado mejor sin sus paredes de vidrio.
Cuando
Philip Johnson dice que el lugar no es un entorno controlado, sin embargo, no
son estos aspectos del vidriado indisciplinado lo que tiene en mente, sino que
'cuando hace frío me acerco al fuego, cuando hace calor simplemente me alejo'.
De hecho, simplemente está explotando el fenómeno del fuego del camping (también
quiere sugerir que la losa radiante no hace habitable a toda la superficie, que
sí la hace) y en cualquier caso, ¿qué quiere decir por entorno controlado? No
es lo mismo que entorno uniforme, simplemente es un entorno ajustado a lo que
vas a hacer, y ya sea que hagas un monumento de piedra, te alejes del fuego, o
enciendas el aire acondicionado, la actitud fundamental es la misma.
Sólo que el
monumento es una solución tan ponderosa que me sorprende que los americanos
todavía estén dispuestos a emplearla, a menos que sea a partir de algún
profundo sentimiento de inseguridad, una persistente incapacidad para liberarse
de esos hábitos mentales de los que escapaban al dejar Europa. En la sociedad
sin frente a la calle, con su movilidad social e individual, su
intercambiabilidad de componentes y personal, sus chiches de equipamiento y
casi universal descartabilidad, la persistencia de la arquitectura como espacio
monumental debe tomarse como evidencia del valor sentimental de lo perdurable.
9 comentarios:
La monumentalidad y el espacio universal fueron los dos grandes temas de discusión de la arquitectura moderna. En ese afán de simplificar la forma hasta su expresión más elemental, y de seguir el ritmo al avance tecnológico pareciera que el carácter funcional del edificio se fue haciendo a un lado hasta convertirse en un hecho casi accidental. Es como si el espacio arquitectónico desplazara por completo al uso o la función, lo que resulta en espacios muy bellos y emblemáticos pero casi siempre ineficientes en cuanto a su ocupación.
En ese sentido, las casas que produjo la modernidad fueron tan paradigmáticas ( en su mayoría) que resulta casi imposible imaginar a una familia "estándar" habitando en ellas; Tal es el caso, por ejemplo de la casa Farnsworth que pone en debate el tema de la privacidad que, comúnmente se asocia al uso de la casa y que rompe por completo con cualquier esquema tradicional del habitar.
Creo que la simple acción de exponer las instalaciones en el edificio, ya resulta antagónico a todo lo que se venía desarrollando en el campo de la arquitectura hasta el momento: al exponer los sistemas de instalaciones y permitir que el habitante conviva con ellos, cambia por completo la percepción que se tiene del espacio; En el caso de la casa, el poder ver como se construye, qué elementos la conforman, permite concebirla prácticamente como una máquina, que funciona a través de pequeños engranajes que permiten que ella cumpla con cada una de sus tareas (abastecimiento de agua, luz, electricidad etc), en contraposición a la concepción moderna, donde el tema protagónico es el espacio universal.
Y en esa búsqueda del espacio intermedio, el aspecto estético terminaba por opacar la realidad del edificio, que terminaba pareciendo más una obra escultórica que de arquitectura: El mostrar las instalaciones en los edificios, permite comprender claramente su funcionamiento, su construcción y por otro lado la manera en la que se debe o puede habitar. La modernidad produjo distintas calidades y tipos espaciales, más no logró demostrar en qué medida esos espacios era más o menos habitables para la población común
Los servicios son un tema en el cual la práctica arquitectónica ha alterado caprichosamente entre el descaro y lo discreto. Los servicios son demasiados nuevos como para haber sido absorbidos en el saber tradicional de la profesión, esta invasión por parte de los servicios, hace que los arquitectos la sientan como una amenaza cultural a su posición en el mundo.
Una casa no es otra cosa que una cascara vacía, una cascara es todo lo que una casa o cualquier estructura en la que los seres humanos viven y trabajan es en realidad. Ahora bien, los grandes volúmenes envueltos en delgadas cascaras tienen que ser iluminados y calefaccionados en un modo bastante diferente a la tradición europea en torno al concepto de la arquitectura domestica que se presentaba en América; el interior americano ha debido de estar mejor servido si es que debía soportar una cultura civilizada, y ésta es una de las razones por las cuales los Estados Unidos han estado siempre a la vanguardia en los servicios para edificios.
El sueño de la buena vida en el campo limpio, una residencia campesina en un paradisíaco jardín de equipamiento lograda a fuerza de energía. Este sueño de la anti-casa, que a primera vista parece sólo forma monumental dejando atrás el tema funcional, ha de tomarse como evidencia del valor sentimental de lo perdurable.
FRANCISCO VICTOR PINTO DA SILVA: En el texto se expresa como las instalaciones se han ido apoderando de la arquitectura y como cada vez son más importantes para ella, esto ha traído problemas para los arquitectos que tienen que buscar nuevas maneras para esconder estas grandes extensiones de cables, tuberías, ductos, etc. Varios han optado por dejarlas a la vista en algunos casos fue para concientizar a la gente de las grandes cantidades de cosas que estaban escondidas sobre su cabeza y otras veces era porque así facilitaba en gran medida para el mantenimiento de dichos artefactos.
Estados Unidos, ha sido durante toda su historia un pionero en esto de las instalaciones en las edificaciones, desde muchos años atrás se comenzó con la utilizaciones de las lámparas de gas, querosén, etc; hasta que hubo un vuelco importante en la historia y Tomas Edison invento la bombilla eléctrica, y se comenzó a utilizar, la primera casa donde se instaló todo un circuito eléctrico de bombillos fue en la casa del “patrocinante” de Edison este fue Morgan, y así demostraron que la electricidad era una gran innovación y que no era peligrosa para el ser humano, esto también hizo que esta casa ya no fuese eficaz en el día, sino que gracias al “día artificial” se podría utilizar durante muchas horas más.
En fin las instalaciones son el pan nuestro de cada día de cada arquitecto solo hay que buscar la manera de hacerlos agradables a la vista o buscar la manera de ocultarlos sin que dañen la idea principal arquitectónica que tengamos, y en algunas medidas tratar de hacer una casa o un edificio lo suficientemente buenos para no tener la necesidad de poner tantas instalaciones por ejemplo, tratar de no colocar muchos aires acondicionados, buena iluminación natural, etc.
Gabriel Lucena. c.i. 23.689.311
En la contemporaneidad que intenta despegarse de cualidades del Razonamiento Moderno para poderse llamar asi misma un movimiento nuevo y emergente que rechace los ideales de economia y efectividad de la Revolucion Industrial, resulta contradictorio observar como la nueva casa se ha visto rodeada e invadida no por una serie de ornamentos sin funcion especifica, sino por el contrario, por una matriz de instalaciones que han surgido para ofrecer respuesta a la comodidad dispuestas a satisfacer dentro de sus confines.
El texto elabora sobre como esta matriz ha pasado irremediablemente a tomar un papel de excesiva relevancia en el la casa ha debido crecer en dimensiones, unicamente para verse incapaz de contener dichos salpicados de respiradores para el aire acondicionado o chimeneas para el gas dentro de su propuesta esteticamente definida y finalizada. Las instalaciones mecanicas representan hoy en dia un conglomerado de anadidos que aportan casi de forma equivalente la misma cantidad de comodidades como perdidas esteticas, y de esta forma redacta el autor sobre la ideal casa rodante, libre de todas conexiones (al menos de forma temporal) y autosuficiente en cuanto su capacidad lo permite, ofrececiendo una nueva utopia del habitar al transladarlo a la movilidad caracterizada por el anterior periodo filosofico, la modernidad.
Reyner Banham comenta a través del texto, como el sencillo refugio del ser humano, basado en un techo, árbol, roca, muelle, que le proporcione sombra, escapar de la lluvia o de algún peligro presente en la naturaleza; se convierte en la actualidad en un elemento aparatoso que alberga instalaciones mecánicas, sanitarias y eléctricas que alejan a la Casa de su utilidad y sencillez pura.
Es así, como se busca seguir los pasos de una arquitectura transportable, donde todos los servicios están controlados, de manera que se le otorgue a la casa una mayor libertad y efectividad en cuanto a las necesidades que busca satisfacer.
Estéticamente, la casa se ha visto transgredida por elementos de instalaciones que no respetan la integridad de la misma, sino que en un intento de ofrecer cualidades de satisfacción a la comodidad, se escapan de escapan de los limites espaciales de la casa. Es así como vemos en la vivienda multifamiliar contemporánea una serie de respiraderos, des agües, entradas de aire, etc; que salpican anárquicamente y de forma descontrolada la pureza de las fachadas.
Emily Garcia
C.I.25.976.049
Buenas tardes.
El texto nos hace reflexionar. Quizás la arquitectura americana es la arquitectura de la comodidad… Donde lo importante es el acondicionamiento mecánico del espacio, sin mayor esfuerzo y no la estética. Donde la edificación como tal es sólo una cáscara, y no la protagonista.
¿Será que el propósito detrás de esta arquitectura que llamo “cómoda” es la producción y venta fundamentalmente?
Valeria Pessagno
En la lectura de Reyner Bahnham da un punto de vista muy profundo y crítico sobre lo que se convirtió la arquitectura en una casa: una “cáscara” que esconde las instalaciones mecánicas requeridas por el hombre.
Las instalaciones mecánicas tienen un gran auge en América (Estados Unidos) en el siglo XX debido a la presencia de estaciones y los cambios climáticos generados por la contaminación a causa de la revolución industrial, estas eran demasiado nuevas para ser tomadas en cuenta por una metodología arquitectónica de la época que era heredada por Sullivan “la forma sigue a la función”, y por ello la casa ya no era vista como ese espacio abierto que definía funciones a través de planos como hacía Wrigth, sino espacios envueltos por artefactos que debían ser iluminados y calefaccionados.
La arquitectura Americana con esta etapa de tecnología e instalaciones mecánicas que formaban parte del confort, la limpieza y comodidad de las personas, perdió su significado monumental, de crear espacios de compartir y colectividad y paso a ser íntima e individualista. Reyner también agrega en este caso el uso de la tecnología en las casas a Richard Fuller, el cual utilizó el clima y la tecnología con el fin de concebir casas prefabricadas para mejorar las relaciones sociales. Como una propuesta más utópica Reyner plantea que las personas deben vivir en una burbuja donde se encuentre su comodidad y esta emita el calor, enfriamiento y las condiciones climáticas adaptadas al exterior según la tecnología.
El uso de la tecnología de una mala forma, solo trae continuos gastos económicos en mantenimiento para soluciones que pueden sustentarse con la “vieja arquitectura” planteada por Wright, con muros para evitar los ruidos; ventanas para controlar la ventilación entre otros elementos, es decir, una arquitectura perdurable, que puede tener en el tiempo y sea eficiente desde cualquier entorno que nos encontremos.
Hillary Fandiño.
En el texto "un hogar no es una casa" de Reyner Banham se expresa la preocupación (o simplemente reflexión) sobre el papel que comienzan a jugar los servicios mecánicos en el diseño de la edificación o casa. ¿Deben o no exponerse a simple vista? Si bien es cierto que exponer estos servicios no causa mayor problema, sí ha causado un gran revuelo entre la gente, ya que no estaban acostumbrados a tener tuberías o ductos sobre la cabeza. Debemos tener en cuenta que los servicios mecánicos eran demasiado nuevos en esa época para saber cómo abordarlos, se podría decir que esto fue una manera por parte de los arquitectos de mostrar las nuevas tecnologías en el ámbito de la vivienda y que también era menos costoso dejar esos servicios expuestos a esconderlos dentro de las losas.
También se habla bastante en el texto de la arquitectura en América (USA), y es que según el autor es el lugar donde se perciben a los servicios como una amenaza hacia la arquitectura. Se compara la casa americana como una simple cáscara cuyo interior no depende del exterior, y esto se debe quizás a que la arquitectura americana ha demostrado una mayor importancia hacia el confort de quien habita el lugar (calefacción, aire acondicionado, electricidad, etc) a la estética o funcionalidad de la misma.
xd
Publicar un comentario